Los océanos alojan hasta 150 mil especies, muchas de las cuales son fuentes de alimento para más de mil millones de personas en el mundo, y se estima que para 2030 produzcan aproximadamente 40 millones de trabajos en diferentes sectores, por lo que alcanzar océanos limpios, sustentables y resilientes es uno de los objetivos de la Agenda 2030 de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
En este sentido Elva Escobar Briones, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM, señala que el Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, que se extenderá hasta 2030, es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de los océanos como determinantes de la vida futura en el planeta, incluida la humana.
“La vida se originó en los mares y sus genes evolucionaron a lo largo de cuatro mil millones de años, por lo cual hay que tener respeto y evitar perder más especies”, dice.
Agrega que es importante modificar la narrativa de que por su gran dimensión los océanos pueden recibir todos los impactos: “Esto debe cambiar y reconocer la importancia que tienen al representar 71% del planeta”.
Como ejemplos del vínculo océano-sociedad la especialista en ecosistemas del mar profundo menciona la pérdida de funciones del arrecife de coral que conlleva a la disminución de biodiversidad y servicios como la protección de las comunidades costeras ante huracanes, el ascenso del nivel del mar, la afectación al sector turismo y a la actividad económica de importancia local.
También señala que la pérdida de refugios para especies de importancia comercial afecta la disponibilidad de abundancia que sostiene la pesca.
“El Decenio ofrece un marco unificador para alcanzar los objetivos de la Agenda 2030. Debemos recordar que los océanos están presentes todos los días con nosotros: a través de la lluvia se deposita el agua y ya procesada la bebemos, la usamos en la agricultura, la ganadería, en casi todos nuestro procesos de vida”, puntualiza.
Seguridad alimentaria
La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que en el mundo se consumen más de 100 millones de toneladas de pescado al año, lo que proporciona a casi dos mil 500 millones de personas por lo menos 20% de su ingesta de proteína animal.
A pesar de no encontrarse entre las industrias alimenticias más contaminantes queda un gran esfuerzo por hacer, porque existen muchas opciones aún no potencializadas para generar un menor impacto y lograr la sustentabilidad en la pesca.
El estudio Impactos del cambio climático en la pesca y la acuicultura que realizó la FAO sugiere algunos cambios que ayudarían a reducir el impacto de la pesca. Algunas de estas prácticas incluyen usar motores eficientes y hélices más grandes en la pesca de captura, con lo que se podría conseguir la reducción de emisiones entre 10 y 30 por ciento.
También utilizar materiales más ligeros, de alta resistencia, y mayas de tamaños mayores que puedan incrementar la eficiencia del combustible y reducir la intensidad de carbono.
Además utilizar diodos electroluminiscentes (LED) ya que este tipo de iluminación atrae a los peces con mayor facilidad, lo que implica un menor tiempo de navegación.
Otro punto que indica el estudio es el aumento de la producción acuícola de especies herbívoras, lo que puede proporcionar alimentos nutritivos con una huella de carbono menor.
El cultivo de mariscos como ostras y mejillones es, además de un buen negocio, una manera de contribuir a la limpieza de las aguas litorales.
De acuerdo con los especialistas implementando estas acciones se puede generar un impacto positivo en la transformación de los océanos, que se debe considerar como un trabajo de todos los actores de la sociedad. Por ejemplo, para las personas que no se dedican a la pesca no arrojar desechos a los mares y ríos es una labor urgente.
Contaminantes
En 2015 Naciones Unidas presentó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en los que se revisa los problemas a los que se enfrenta la humanidad, los cuales es necesario solucionar. La campaña cuenta con 17 objetivos, de los que el número 14 se dedicó a la vida en los océanos.
A una década de alcanzar el plazo la ONU presentó el Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, que reconoce que los mares están sujetos a amenazas sin precedente como resultado de la actividad humana. Las evaluaciones indican que para 2050 el plástico, contaminantes y el cambio climático podrían en sinergia afectar irreversiblemente los ecosistemas marinos si no se actúa ahora.
Según la ONU al menos 220 especies marinas ingieren microplásticos en condiciones naturales, intoxicando la alimentación de miles de personas.
“¿Por qué en vez de envasar el agua en plástico para beber no la tratamos para mejorar su calidad antes de reutilizarla, reciclarla o descartarla limpia al ambiente? El costo es elevado. Pero el costo de no hacerlo es aún mayor. Sería deseable que en una década podamos beber el agua potable de la llave. El plástico para envasarla ya no sería un problema de basura. La solución la tenemos nosotros. Los mares son nuestra solución para la vida futura”, destaca Escobar Briones.
De acuerdo con la especialista la mitigación de las problemáticas anteriores implica colaborar entre sectores como la industria y la ciudadanía a fin de reducir la contaminación que llega a los océanos; guiar el manejo sostenible de los recursos; generar guías de respuesta para la seguridad de las comunidades costeras, incluyendo huracanes, algas tóxicas, sargazo; mantener la diversidad; generar modelos y predicciones de circulación, y reconocer posibles fuentes de energía de los océanos.
Por ejemplo, comenta, los conocimientos tradicional e indígena identifican el movimiento de las especies, varias asociadas a sus ceremonias u origen: saben cuándo se reproducen y dónde habitan, por lo que su saber es importante en decisiones como los límites de polígonos de áreas protegidas.
“Sin embargo en pocas ocasiones son tomados en cuenta. En este sentido el Decenio busca interactuar más en estos temas donde las humanidades tienen gran experiencia”, finaliza la investigadora del Laboratorio de Biodiversidad y Macroecología del ICML.