5 mitos sobre el manejo del peso y la obesidad

La supuesta falta de fuerza de voluntad es solo una de varias ideas preconcebidas sobre el manejo del peso

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CDMX. 10 de noviembre de 2025. Si bien es cierto que la obesidad, en su raíz, es un desequilibrio entre las calorías que consumes y las que gastas, reducir lo que la Organización Mundial de la Salud ha llamado una epidemia global a una simple falta de fuerza de voluntad es, sinceramente, simplificar demasiado el asunto.

La realidad es que la obesidad, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), es una enfermedad crónica compleja influenciada por muchos factores. Sí, la falta de actividad física y los malos hábitos alimenticios cuentan, pero también lo hacen la genética (que se cree representa más del 50% de los casos), la falta de sueño, el estrés, el acceso a comida saludable y a atención médica accesible, e incluso las decisiones políticas.

La supuesta falta de fuerza de voluntad es solo una de varias ideas preconcebidas sobre el manejo del peso que, según la investigación, pueden llevar a consecuencias negativas para la salud, como una atención médica de menor calidad, retraso en recibir ayuda médica e incluso aumento adicional de peso.

Hablamos con Kimberly Gallien, trabajadora social en el Centro de Pérdida de Peso y Cirugía Bariátrica del Hospital Houston Methodist, sobre cómo ha evolucionado nuestra comprensión colectiva de la obesidad —de ser vista como una falta de fuerza de voluntad a entenderse como una enfermedad compleja y multifactorial— y cómo podemos empezar a reconocer y desmantelar creencias dañinas.

Mito 1: La obesidad se debe principalmente a la falta de fuerza de voluntad y autocontrol

“Cuando hablamos de pérdida y manejo de peso en personas con obesidad, lo que hemos aprendido es que no siempre se trata de falta de educación nutricional, falta de fuerza de voluntad, comer en exceso o flojera”, dice Gallien. “Les recuerdo a las personas todos los días, cuando hago evaluaciones psiquiátricas, que también puede ser que no estén recibiendo una buena nutrición”. Aunque suene sorprendente, las investigaciones muestran que las tasas más bajas de obesidad y diabetes se encuentran en áreas con mayor acceso a alimentos saludables. En cambio, los llamados “desiertos alimentarios” —lugares con acceso limitado a comida nutritiva y económica— están positivamente relacionados con tasas más altas de obesidad.

“¿Por qué pagaría $15 por una ensalada cuando puedo comprar dos hamburguesas con queso por $5?”, plantea Gallien. “El acceso a comida saludable —incluyendo el costo— influye mucho en las decisiones que tomamos, y puede hacer que la gente sienta que no tiene el control de su salud”.

Además del acceso a alimentos saludables, hay otros factores que, según los CDC, se sabe que influyen en la probabilidad de desarrollar obesidad.
El estrés crónico puede afectar cómo tu cuerpo regula y equilibra el apetito, explica la agencia. El cortisol es una hormona que puede aumentar el hambre y provocar antojos. Por eso el aumento de peso es uno de los síntomas más comunes del síndrome de Cushing —una condición rara en la que el cuerpo produce demasiado cortisol.

Incluso las condiciones en las que vivimos, trabajamos y nos divertimos pueden influir en la tendencia a desarrollar obesidad. El diseño de las comunidades, los entornos escolares, la vivienda segura, el transporte y la estabilidad económica influyen en las decisiones que tomamos, según los CDC.

“Muchas veces no se trata solo de lo que comemos”, añade la experta. “Hay tantos factores más allá de eso y de lo que muestra la báscula, que influyen en cómo te sientes y en dónde estás en tu camino”.
La pérdida de peso, según la trabajadora social Gallien, no tiene tanto que ver con la fuerza de voluntad, sino con lo que ella llama “fuerza de planificación”.

“Cuando empiezas a preguntarte ‘¿por qué?’ al tomar decisiones sobre comida, la respuesta te dirá cuál debería ser tu siguiente paso, y eso es lo que me gusta explorar con los pacientes”, explica. “Si te invitan a cenar, ve el menú con anticipación y planea lo que vas a comer”.

La hora feliz, ver televisión o incluso ir al supermercado son algunos ejemplos de momentos relacionados con la comida para los que la especialista anima a sus pacientes a tener un plan de acción.

Mito 2: Las personas con obesidad son menos activas

Es común pensar que las personas con obesidad son “flojas” y que deberían “levantarse del sillón”.
En realidad, sin importar el peso que tengan, la gran mayoría no cumple con las recomendaciones de actividad física. Por ejemplo, el Departamento de Salud de EE. UU. dicta que para mantener una buena salud únicamente el 26% de los hombres, el 19% de las mujeres y el 20% de los adolescentes estadounidenses alcanzan un buen estándar de ejercicio.

Además, la falta de actividad física también depende del entorno en el que vive cada persona. Tener vecindarios caminables y acceso a instalaciones recreativas son determinantes sociales de la salud, que, según los CDC, tienen mayor impacto en la salud que la genética o el acceso a servicios médicos.

“Cuando hablamos de una enfermedad metabólica como la obesidad, tenemos que ver a la persona en su totalidad, no solo lo que dice la báscula, y entender que muchas veces está influida por cosas fuera de nuestro control”, explica la trabajadora Gallien. “Aun así, es importante sentir que tenemos el control de nuestras vidas y saber que podemos retomarlo”.

“En lugar de enfocarnos en lo que no podemos controlar, podemos centrarnos en lo que sí —dormir bien, crear un horario de comidas que te funcione y cumplir metas en otras áreas que te hagan sentir productivo”, añade.

Mito 3: El IMC es una buena forma de determinar si estás en un peso saludable

El IMC, o índice de masa corporal, es un valor basado en la altura y el peso, creado originalmente para hombres europeos entre 1830 y 1850. Uno de los grandes problemas con el IMC es que no distingue entre masa muscular y masa grasa. Por eso muchos atletas —que tienen mucha masa muscular— son clasificados como con sobrepeso u obesidad según esta escala.

“Lo que les digo a las personas es que el IMC deja de tener sentido desde que nacemos”, comenta la experta. “Ese cálculo fue creado para personas y por personas con un tipo de cuerpo que ya ni siquiera existe”.

Y no toda la grasa corporal es igual. La grasa justo debajo de la piel, la que puedes pellizcar, se llama grasa subcutánea y se considera menos peligrosa que la grasa visceral, que está detrás de los músculos abdominales y no se ve. Tener más grasa visceral está relacionado con mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, demencia, asma y ciertos tipos de cáncer.

Dónde y qué tipo de grasa almacenas depende de tu genética, edad, género, etnia y otros factores. Por eso también se dice que el IMC suele ser sesgado contra mujeres y personas que no son de origen europeo, ya que se creó usando solo a hombres de una raza.

“El IMC no es esa métrica definitiva que muchos creen”, afirma la experta Gallien. “Es una herramienta de medición imperfecta, y por eso valoro mucho más las evaluaciones de composición corporal que usamos en el Centro de Pérdida de Peso, porque te da una visión más clara de qué está hecho tu cuerpo realmente, incluyendo masa muscular, agua corporal y diferentes porcentajes de grasa”.

Mito 4: La obesidad es una enfermedad bien comprendida

Recién en 2013 la Asociación Médica Estadounidense reconoció oficialmente la obesidad como una enfermedad —y no sin controversia. La decisión se tomó incluso en contra de las recomendaciones de su comité de salud pública y ciencia, que cuestionaba las limitaciones del IMC y si la obesidad realmente encajaba en la definición de enfermedad o condición.

Dado que la obesidad tiene múltiples causas, factores e influencias, aún no hay consenso sobre qué la origina exactamente. Sí, la nutrición y el ejercicio influyen, pero también lo hace la genética, que abarca el apetito, almacenamiento de grasa y metabolismo. Además, el peso no es el único indicador de salud.

Esta confusión también se refleja en los entornos médicos como sesgo de peso, es decir, los juicios que a veces hacen los profesionales de salud sin siquiera darse cuenta, explica la trabajadora social del Hospital Houston Methodist. El estigma de peso es el resultado de eso, dice ella.
“Una vez una paciente me contó que un doctor le dijo: ‘Cuando bajes a cierto peso, entonces tal vez te cases’”, relata. “Como profesionales de salud, debemos tener cuidado y reducir tanto nuestros sesgos conscientes como los inconscientes; y también nuestros prejuicios sobre el peso y la obesidad”.

Estudios muestran que los médicos pueden tener tantos sesgos implícitos —prejuicios no reconocidos conscientemente— como explícitos, es decir, prejuicios conscientes. Además, se ha demostrado que estos sesgos pueden retrasar la atención médica, tanto en personas con obesidad como en quienes no tienen esa clasificación.

“Como trabajo en el Centro de Pérdida de Peso, estoy muy consciente del sesgo de peso, incluso en los consultorios, donde a veces todas las sillas son bastante pequeñas —para alguien con un cuerpo grande, eso significa tener que pensar en dónde va a poder sentarse”, comenta. “Muchos pacientes mencionan que este simple detalle puede ser un obstáculo en su vida cotidiana”.

“Cuando viajan en avión, pueden pedir un extensor del cinturón, pero tienen que pedirlo”, añade. “Son cosas que para algunas personas ni se les ocurre, pero para quienes las viven, pueden ser limitantes y emocionalmente pesadas”.

Mito 5: Bajar de peso se trata principalmente de perder kilos

Para muchas personas con obesidad, bajar de peso forma parte de su camino hacia la salud, pero no lo es todo, dice Kimberly Gallien.

“Piensa en una vez que hayas intentado mejorar tu salud o hacer algún cambio en tu vida, y empezaste haciendo lo mismo todos los días, pero cada día los resultados fueron diferentes”, comenta. “Así es la pérdida de peso”.

“Podría comer ensalada todos los días, y aun así ver un número distinto en la báscula, ya sea hacia arriba o hacia abajo”, continúa. “Es porque la pérdida de peso no es lineal, y el proceso no se trata solo de calorías que entran y calorías que salen”.

Es importante ver tu camino de salud en su totalidad, dice ella, no solo a través de un diagnóstico o un número.
¿Dormiste bien? ¿Cómo está tu estado de ánimo hoy? ¿Moviste tu cuerpo de una forma que te hizo sentir bien? Estas son preguntas que, según la experta son igual de importantes que cuánto pesaste o qué comiste.

“Espera retrocesos, pero recuerda que un manejo exitoso del peso no depende de la fuerza de voluntad —depende de la fuerza de planificación, de enfocarte en las áreas donde sí tienes control y crear un plan que funcione para ti”.

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