Actividad física y cáncer: moverse sí hace la diferencia en la lucha contra el cáncer

La ciencia médica ha reunido suficiente evidencia para afirmar que hacer ejercicio es seguro

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Cortesía Mass General Cancer Center
Bienestar
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Durante años, el consejo era casi unánime; si usted tenía cáncer, lo mejor era guardar reposo. Se creía que el cuerpo, frágil y desgastado por los tratamientos, no debía someterse a más exigencias. Hoy, esa recomendación está quedando atrás. El enfoque en torno a la actividad física y el cáncer ha cambiado radicalmente. La ciencia médica ha reunido suficiente evidencia para afirmar que hacer ejercicio es seguro para la mayoría de los pacientes oncológicos, pero también es terapéutico y puede convertirse en una parte activa de su recuperación.

“Sí, aunque podría parecer que el ejercicio es solo algo más que le quitará energía”, explica Lynn Gray-Meltzer, fisioterapeuta y colaboradora en el Lifestyle Medicine Program en Mass General Cancer Center.
“Pero las investigaciones y la experiencia clínica muestran que iniciar o mantener un programa de ejercicios, cuando se reciben tratamientos contra el cáncer, puede disminuir los efectos secundarios y mejorar la resistencia, siempre y cuando su enfoque sea gradual y progresivo”, agregó.

Ejercicio y cáncer: rompiendo mitos

Cuando se atraviesa por un diagnóstico de cáncer, el cuerpo y la mente enfrentan una montaña rusa de emociones y síntomas. En medio de tratamientos, consultas médicas y ajustes en la rutina, es fácil pensar que lo mejor es hacer una pausa total. Sin embargo, cada vez hay más evidencia en torno a la actividad física y el cáncer, que demuestra que mantenerse en movimiento durante y después del tratamiento es seguro —en la mayoría de los casos—, y también puede traer una serie de beneficios que impactan directamente en la calidad de vida:

• Le da mayor energía y reduce la sensación de fatiga.

• Mejora sus índices de supervivencia ante ciertos tipos de cáncer.

• Reduce el riesgo de que reaparezcan ciertos tipos de cáncer (recurrencia del cáncer).

• Hace que sea más fácil completar actividades cotidianas y que disfrute más la vida.

• Ayuda a que se sienta menos ansioso, deprimido y estresado.

• Reduce los síntomas de linfedema (hinchazón).

Para Steve Wechsler, fisioterapeuta e investigador en Massachusetts General Hospital, “el ejercicio interconecta nuestras partes, nos ayuda a dormir mejor; así usted se siente descansado y tiene más energía para mantenerse activo. Una alimentación saludable le da la energía para hacer ejercicio. Además, la actividad física reduce los niveles de estrés y también la depresión y la ansiedad”.

Esta perspectiva es clave en el abordaje actual de la relación entre ejercicio y cáncer, donde se reconoce que el movimiento puede ser una herramienta terapéutica integral durante el proceso oncológico.

Por el otro lado, mantenerse inactivo puede retrasar la recuperación cuando terminen los tratamientos contra la enfermedad.

“Si ha perdido una parte considerable de su fuerza y flexibilidad, y retoma abruptamente actividades extenuantes, podría excederse y terminar con dolor de hombros, dolor de espalda, dolor en las espinillas y otras lesiones que harían que deje de moverse de nuevo”, señala la doctora Gray-Meltzer. Añade que “hacer ejercicio durante el tratamiento ayuda a prevenir un deterioro pronunciado de la salud física”.

150 minutos que pueden cambiar su salud

No necesita un gimnasio ni rutinas extenuantes para ejercitarse. El ejercicio físico puede incluir caminar, andar en bicicleta, nadar, hacer yoga, bailar o realizar ejercicios en casa. Lo importante es que su cuerpo se mantenga en movimiento.

¿Cuánto ejercicio es recomendable hacer? La Organización Panamericana de la Salud (OPS) recomienda que los adultos de 18 años en adelante realicen 150 minutos semanales de actividad física aeróbica moderada, como caminar a paso ligero, o 75 minutos semanales de actividad física aeróbica vigorosa, como correr o nadar, o una combinación equivalente de ambas.

En el contexto de ejercicio y cáncer, estas cifras se mantienen. De hecho, las guías de la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer recomiendan 300 minutos de actividad física moderada a la semana.

Ciertamente ese número parece atemorizante, en especial si ya era inactivo antes de recibir un diagnóstico de cáncer, o si tiene dificultades por los efectos secundarios del tratamiento. La buena noticia es que puede avanzar poco a poco hasta alcanzar su meta de ejercicio. “Algo de movimiento es mejor que nada”, afirma el doctor Wechsler. Cuando se lucha contra el cáncer, se recomienda “empezar lento y avanzar poco a poco”, añade.

Actividad física y el cáncer

Aunque la actividad física es una aliada para el bienestar de personas que viven con cáncer, aún existen barreras para integrarla de forma continua en el día a día. Con esto en mente, la doctora Gray-Meltzer y el doctor Wechsler recomiendan el llamado “ritmo de actividad”, que consiste en adaptar el nivel de movimiento al estado físico del día. Los días en que usted se sienta bien, puede hacer estiramientos ligeros o caminar por la cuadra una vez en la mañana y de nuevo en la tarde. Cuando se sienta mejor, puede lavar la ropa y hacer parte del programa de entrenamiento de fuerza.

Los especialistas de Mass General Brigham le ofrecen estos consejos para mejorar su actividad física, fuerza y equilibrio desde la comodidad de su hogar.

• Actividad física. Subir las escaleras y caminar son dos buenos ejercicios con los cuales puede empezar. Otra vez, el consejo es “ir poco a poco”. Por ejemplo, podría establecer la meta de caminar a la esquina de su cuadra todos los días, durante una semana. La siguiente semana, podría caminar la cuadra completa, y así sucesivamente. Poco a poco puede aumentar la distancia, la velocidad y el tiempo que camina.

• Entrenamiento de fuerza. El entrenamiento de fuerza ayuda a luchar contra la pérdida de músculos que se presenta de manera natural a medida que uno envejece. Los músculos fuertes protegen a las articulaciones y a los huesos, reducen el riesgo de caerse y les da mayor resistencia para hacer las actividades cotidianas.

• Ejercicios de equilibrio. El cáncer y sus tratamientos pueden causar mareos y pérdida del equilibrio, lo que aumenta el riesgo de caídas. Algunas personas desarrollan entumecimiento, hormigueo y dolor (neuropatía) en sus pies y piernas. Además, ciertos tipos de cáncer pueden ocasionar pérdida ósea (osteoporosis), lo que aumenta el riesgo de fracturas. Fortalecer los músculos de su espalda y estómago (músculos centrales), y piernas y brazos, mejora el equilibrio.

El ejercicio no es solo una recomendación extra; hoy forma parte de lo que se conoce como medicina del estilo de vida en la atención oncológica, un enfoque integral que incluye la alimentación, sueño, manejo del estrés y salud emocional.

Si no sabe por dónde empezar, lo mejor es conversar con su médico de cabecera u oncólogo. También puede apoyarse en un fisioterapeuta o un especialista en ejercicio que tenga experiencia con personas que viven con cáncer. Ellos pueden guiarlo en la creación de una rutina que sea segura, hecha a su medida y adaptable a sus necesidades diarias.

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