Absorben aceites, grasas y metales pesados. Y al compostarse devuelven nitrógeno y carbono al suelo, cerrando el ciclo de la economía circular.
El agua del Bosque de Chapultepec, espejo verde de la capital, comienza a limpiarse con una herramienta inesperada: cabello humano. Lo que antes era un desecho inevitable de los salones de belleza ahora se convierte en un filtro natural capaz de absorber aceites, grasas y contaminantes.
La escena parece salida de una historia de ciencia ficción, pero ocurre en el corazón de la Ciudad de México, donde la alianza entre la organización ambiental Matter of Trust, L’Oréal México y el Fideicomiso Pro Bosque de Chapultepec ha dado inicio a una de las intervenciones ecológicas más singulares del país.
La iniciativa, presentada a finales de octubre en el Lago Mayor del bosque, busca demostrar cómo un residuo cotidiano puede integrarse a los ciclos naturales para sanar ecosistemas urbanos.
A través del programa Estilistas por un Futuro se invita a los salones de belleza de todo México a recolectar el cabello cortado y transformarlo en tapetes ecológicos. Estos tapetes se colocan en los canales y lagos del bosque, donde actúan como esponjas que retienen aceites y otros contaminantes presentes en los cuerpos de agua.
Tecnología orgánica
El principio detrás de esta tecnología es sorprendentemente simple. El cabello humano, compuesto de queratina, posee una estructura porosa que le permite absorber aceites y metales pesados. “Tiene propiedades naturales extraordinarias para atrapar contaminantes”, explica Lisa Craig, fundadora de Matter of Trust. Su organización ha aplicado este método en derrames petroleros en distintos países y Chapultepec representa su primera intervención en México.
Mattia Carenini, CEO de Matter of Trust LATAM, detalla a Vértigo la ciencia detrás del proyecto: “El cabello atrapa aceites, grasas, coliformes fecales e incluso hidrocarburos. Después, ese material puede reincorporarse a la tierra como composta, aportando nitrógeno y carbono al suelo. Es un ciclo completo de economía circular”.
Carenini subraya que el impacto puede ir más allá de los lagos urbanos. En el ámbito agrícola, el cabello procesado —convertido en un material conocido como agropelo— reduce la evaporación del agua hasta en 70% y mejora la fertilidad del suelo. “Podemos ayudar a los agricultores a enfrentar la sequía usando la mitad del agua y mejorando su producción. Es una forma de regenerar la tierra mientras cuidamos el agua”, comenta.
El proyecto piloto comenzó en tres puntos estratégicos del Bosque de Chapultepec, uno de ellos frente al Jardín Botánico, una zona donde la contaminación por aceites provenientes del comercio de comida es especialmente visible. Para garantizar resultados medibles, las pruebas se acompañarán por un laboratorio certificado, con el apoyo científico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
“Nos pidieron validar esta estrategia y encontramos sólidos antecedentes científicos”, explica Alejandro Federico Alva Martínez, investigador del Departamento de Hidrobiología de la UAM Iztapalapa. “El cabello tiene cargas eléctricas que atraen los aceites, funciona como un absorbente natural y biodegradable”, dice.
El investigador detalla que el proceso durará varias semanas, con monitoreos antes y después de la instalación de los tapetes. “Esperamos observar una disminución significativa de aceites y bacterias coliformes. Si los resultados son positivos, el modelo podría replicarse en otros cuerpos de agua de la ciudad”, agrega.
Más allá de su eficacia inmediata, Alva Martínez subraya su potencial de escalabilidad: “El cabello es un recurso disponible y gratuito. Si logramos integrarlo en estrategias de saneamiento junto con humedales artificiales, podríamos desarrollar soluciones sustentables y de bajo costo para el tratamiento de aguas urbanas”.
Biolaboratorio urbano
Para Natasha Uren Vázquez, directora ejecutiva del Bosque de Chapultepec, este proyecto simboliza una nueva etapa de colaboración entre los sectores público, privado y social. “Chapultepec es tres veces más grande que Central Park. Mantenerlo limpio y saludable requiere creatividad, alianzas y participación ciudadana”, señaló durante la presentación.
“Estamos abriendo las puertas del bosque a soluciones diferentes”, dijo. La funcionaria también destacó la importancia de involucrar a las comunidades locales, particularmente a las mujeres comerciantes que operan en la zona. “Ellas serán las primeras guardianas de estos cuerpos de agua. No somos la dirección y la ciudadanía, somos un solo ente que se conecta”, expresó.
El ciclo comienza en los salones de belleza, donde cada mechón cortado adquiere un nuevo destino. “Siempre buscamos que nuestros clientes se sientan bien, pero ahora también podemos contribuir al bienestar del planeta”, comentó Rebeca Serur, propietaria de los salones Urban Hair y una de las primeras en sumarse al programa.
L’Oréal estima que en México se generan al año miles de toneladas de cabello, material que normalmente termina en la basura. Con su recolección sistemática ese volumen podría transformarse en toneladas de tapetes absorbentes capaces de limpiar cuerpos de agua en todo el país. En estados como Jalisco, Nuevo León y Yucatán ya se analizan proyectos similares para aplicar esta tecnología en ríos y lagunas afectadas por residuos industriales. La intención es crear una red nacional de salones recolectores que funcione como eje de educación ambiental y acción comunitaria.
Aunque la iniciativa apenas comienza, su simbolismo es poderoso. En un contexto de crisis hídrica, donde la Ciudad de México enfrenta sequías prolongadas y contaminación persistente, el cabello —símbolo de identidad y renovación— se convierte en una herramienta orgánica de restauración ambiental.
En los próximos meses los tapetes de cabello humano seguirán flotando silenciosamente sobre el agua de Chapultepec, atrapando aceites y devolviendo claridad al lago. Y mientras lo hacen, recordarán que incluso los residuos más cotidianos pueden tener una segunda vida… si se les da la oportunidad de sanar el mundo.

