CDMX. 26 de noviembre de 2025. Las festividades suelen presentarse como momentos de alegría, convivencia y gratitud. Sin embargo, para muchas personas estas fechas representan una carga emocional inesperada: expectativas familiares, comparaciones sociales, recuerdos del pasado, y en muchos casos, duelos o tensiones no resueltas. Desde la perspectiva psicoanalítica, diciembre puede convertirse en un periodo donde se intensifican procesos afectivos que normalmente permanecen en silencio.
Las celebraciones funcionan como un disparador psíquico porque condensan símbolos, rituales y roles familiares. La comida, la reunión o la música pueden activar memorias inconscientes que conectan con experiencias infantiles, vínculos ambivalentes o pérdidas recientes. Por eso, incluso quienes no están atravesando un duelo formal pueden experimentar tristeza, irritabilidad, ansiedad o cansancio emocional.
Dolores Montilla Bravo, presidenta de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, explica que “las festividades movilizan el mundo interno de cada persona. Aunque socialmente se espera felicidad, para muchos diciembre representa un reencuentro con emociones complejas que requieren ser escuchadas”. Su mirada subraya una idea fundamental: el malestar emocional en estas fechas no indica debilidad, sino humanidad.
El mandato de estar bien
Uno de los desafíos más profundos es la presión social por “estar bien” y “disfrutar”. Este mandato puede llevar a que las personas repriman emociones legítimas, se aíslen o se sientan culpables por no cumplir con lo que se supone que deben sentir. Desde el psicoanálisis, esta incongruencia entre lo que se vive internamente y lo que se exige externamente puede generar mayor angustia y autorreproche.
El contraste entre la celebración externa y el conflicto interno provoca un desgaste psíquico que muchas veces se somatiza en forma de insomnio, irritabilidad, problemas digestivos o fatiga.
Cuando el pasado se hace presente
A diferencia del resto del año, las festividades abren un espacio simbólico donde el tiempo parece comprimirse: vuelven recuerdos de infancia, figuras familiares ausentes, experiencias dolorosas o no elaboradas. Las expectativas, las tradiciones y las reuniones pueden convertir el hogar en un escenario de reactivación emocional.
Esta reactivación no es necesariamente negativa. Puede ser una oportunidad para identificar necesidades afectivas, reconocer límites y comprender mejor la historia personal. Sin embargo, es importante que se aborde con cuidado para evitar la saturación emocional.
Prácticas de autocuidado emocional para estas fechas
El autocuidado en festividades no se trata de aislarse del mundo, sino de generar condiciones internas para vivir las celebraciones con autenticidad y menos exigencia.
Algunas prácticas útiles pueden ser:
1. Reconocer el propio estado emocional sin juzgarlo
Permitir que la tristeza, la nostalgia o la melancolía tengan un espacio. Validar estas emociones reduce la culpa y facilita su elaboración.
2. Establecer límites saludables
No todas las reuniones son obligatorias. Elegir a qué asistir y qué evitar ayuda a evitar la saturación afectiva.
3. Crear rituales personales
Un paseo, una carta, una velada tranquila o un momento de silencio pueden funcionar como contención emocional.
4. Evitar idealizaciones
Las festividades no tienen por qué ser perfectas ni resolver viejos conflictos familiares.
5. Buscar acompañamiento cuando sea necesario
Acudir a un profesional puede brindar herramientas para transitar emociones intensas sin caer en aislamiento o culpa.
Una invitación a la compasión
El psicoanálisis nos recuerda que detrás de cada gesto festivo hay una historia emocional compleja. Practicar el autocuidado en estos días no es un acto egoísta, sino una forma de respeto hacia la propia vida psíquica. Como señala Montilla Bravo, “las emociones que emergen en diciembre son mensajes del mundo interno; escucharlas es un acto de salud emocional”.
Las festividades pueden ser luminosas, pero también desafiantes. Integrar ambas dimensiones permite atravesarlas con mayor serenidad, autenticidad y compasión hacia uno mismo y hacia los otros.

