Los calambres, el hormigueo nocturno y la sensación de pesadez afectan el descanso, la productividad y la calidad de vida, generando un desgaste que va más allá de lo corporal.
La insuficiencia venosa crónica (IVC) ocurre cuando las venas de las piernas se dañan y no pueden funcionar correctamente. Normalmente las válvulas de las venas de las piernas mantienen el flujo sanguíneo de retorno al corazón. Sin embargo esta condición daña estas válvulas, lo que provoca la acumulación de sangre en las piernas. Esto aumenta la presión en las venas de las piernas y causa síntomas como hinchazón y úlceras.
En México casi 17 millones de personas viven con dolor, pesadez u hormigueo en las piernas sin saber que podrían estar frente a una enfermedad que avanza en silencio: estos síntomas, que muchos normalizan como parte de la rutina diaria, pueden ser señales de insuficiencia venosa crónica, que de no atenderse afectará la movilidad, el descanso y la calidad de vida.
La enfermedad venosa en general es muy común. Las venas varicosas afectan a cerca de uno de cada tres adultos. Cada año, aproximadamente uno de cada 50 adultos con venas varicosas desarrolla insuficiencia venosa crónica. Por lo general afecta a personas mayores de 50 años. El riesgo aumenta a medida que la persona envejece. En general, la insuficiencia venosa crónica afecta aproximadamente a uno de cada 20 adultos, según exponen especialistas en terapias de compresión.
Factores de riesgo
El Vein Consult Program, un estudio internacional con más de 90 mil adultos en Europa, Latinoamérica y Asia, arrojó que 84% de los evaluados presenta algún grado de enfermedad venosa crónica.
La enfermera María Fernanda Morales detalla que se estima que 77% de las mujeres y 57% de los hombres adultos tienen algún grado de IVC, así como que dos de cada diez personas con varices desarrollarán una úlcera venosa, es decir, una llaga abierta crónica en las piernas por circulación sanguínea deficiente.
Entre los factores de riesgo está la edad, pues entre más años se cumplen son mayores las posibilidades de padecerla. “Sabemos que cuando cumplimos 65 años o más el riesgo crónico se triplica”.
También inciden en su desarrollo la vida sedentaria, la obesidad, el embarazo, los cambios hormonales, la herencia genética, los traumatismos, el uso continuo de zapatos de tacón y la ropa ajustada, señala Morales.
La especialista explica que la IVC ralentiza el flujo sanguíneo de las piernas al corazón. Sin tratamiento, aumenta tanto la presión en las venas de las piernas, que los vasos sanguíneos más pequeños capilares se rompen. Cuando esto sucede la piel de esa zona adquiere un color marrón rojizo y puede romperse fácilmente si se golpea o se rasca. Los capilares rotos generan inflamación en el tejido, hay daño tisular y aparecen úlceras o llagas abiertas en la superficie de la piel.
Sueño
Leticia Maya, experta en terapia de compresión, expone que en promedio 80% de quienes tienen insuficiencia venosa crónica se encuentran en el primer estadio, es decir, presentan arañitas vasculares o telangiectasias, y solo entre 1 y 2% de la población con la enfermedad llega a desarrollar una úlcera venosa.
Las especialistas indican que este padecimiento no se manifiesta solamente de manera física sino también tiene un alto impacto emocional. Los pacientes “reportan alteraciones del sueño, frustración, vergüenza o resignación debido al estigma asociado con los tratamientos visibles. Los calambres, el hormigueo nocturno y la sensación de pesadez afectan el descanso, la productividad y la calidad de vida, generando un desgaste que va más allá de lo corporal”, comentan.
Advierten que muchas personas creen que la única opción es convivir con el dolor o disimular los síntomas; sin embargo, existen soluciones que permiten actuar a tiempo. Una de las más recomendadas, explican, es la terapia con medias de compresión, “un tratamiento que mejora el retorno venoso reduce los síntomas y previene complicaciones mayores, como úlceras o trombosis”.
Romper el tabú
La campaña Nada te detiene busca desestigmatizar las condiciones venosas y linfáticas, mostrando cómo la terapia compresiva puede transformar vidas y devolver confianza. Bajo este concepto se invita a reconocer y superar las limitaciones físicas y emocionales asociadas a estos padecimientos, a través de historias reales, como la de Agustina y la del equipo de natación artística JOBST® —marca creadora de las medias de compresión de grado médico terapéutico—, integrado por personas que viven con estas condiciones. La iniciativa pretende abrir la conversación, generar empatía y promover el bienestar integral.
“Sabemos que muchas personas dudan en usar medias de compresión debido al estigma y a las ideas erróneas que aún persisten sobre su uso. Nuestro objetivo es cambiar la forma en que se perciben estas condiciones y que quienes viven con IVC sepan que pueden mantener una vida activa y plena con el tratamiento adecuado”, señala Priscila Cantú, Clinical Lead Health & Medical en México.
La terapia compresiva, recomendada por especialistas en salud vascular, mejora el retorno venoso, alivia síntomas y previene complicaciones. A pesar de su alta frecuencia y de su impacto progresivo, una parte importante de quienes la padecen no recibe diagnóstico ni tratamiento oportuno, lo que favorece la evolución hacia complicaciones como várices avanzadas, úlceras o trombosis.

