CDMX. 17 de diciembre de 2025. El juego no es solo diversión: es el lenguaje con el que las infancias aprenden a moverse en el mundo. Es decir, los niños ensayan relaciones sociales al tiempo que desarrollan habilidades cognitivas y construyen su autoestima mediante los juegos.
"Cuando un niño ve una prótesis, una silla de ruedas o una diferencia física reflejada en su juguete, naturaliza la diversidad desde el cariño. Ese simple acto tiene el poder de construir generaciones más empáticas e incluyentes”, indica el ortesista y protesista René Govea Hernández, egresado del Instituto Nacional de Rehabilitación, director de Mobility para Ottobock México.
De acuerdo con el Programa de la Estrategia Nacional de Mejora de las Escuelas Normales de la Secretaría de Educación Pública, el juego es una actividad instintiva e indispensable para los niños, niñas y bebés, dado que a través de él viven experiencias que les brindan la oportunidad de conocer, explorar y aprender de su entorno y de las personas con las que conviven, además, los niños y niñas lograr el conocimiento acerca de sí mismos, al desarrollar habilidades sociales, afectivas y cognitivas, que les permitirán adquirir herramientas para la vida.
Sin embargo, en México “un número importante de menores de edad viven con alguna condición que limita su acceso pleno al juego debido a que los espacios y las prácticas no están diseñados de forma inclusiva. Así, el INEGI advierte que la población de 5 años y más que declaró tener alguna discapacidad fue de 8.8 millones.
“Los juguetes inclusivos —diseñados para niños con distintas capacidades físicas, sensoriales o cognitivas— no son una ‘moda’ sino que son una herramienta de inclusión que reduce la estigmatización y facilita prácticas de socialización temprana”, explica la licenciada Claudia Sáez, experta en terapia de audición, lenguaje y aprendizaje, egresada de Instituto Mexicano de la Audición y el Lenguaje (IMAL).

