La bacteria Helicobacter pylori aumenta el riesgo de gastritis, úlceras y enfermedad ácido-péptica

En México, hasta 60 % de la población puede portar Helicobacter pylori, muchas veces sin síntomas visibles

Helicobacter pylori - 165677462-drmicrobe.jpg
Drmicrobe
Bienestar
Compartir

CDMX. 10 de septiembre de 2025. La vida cotidiana está hecha de pequeños rituales: compartir un plato de comida, probar del mismo vaso o dar un beso a alguien cercano. Son gestos de cercanía que rara vez relacionamos con un problema de salud, pero a veces abren la puerta a un enemigo invisible. Uno de ellos es Helicobacter pylori, una bacteria que puede habitar silenciosamente en el estómago de millones de mexicanos y que, con el tiempo, se ha identificado como un factor clave en la gastritis, la enfermedad ácido-péptica y las úlceras gástricas.

A nivel mundial, la prevalencia de H. pylori supera el 50 % de la población, y en países en desarrollo como México puede alcanzar hasta 60 %. Aunque muchas veces la infección inicia en la infancia sin generar síntomas, los niños pueden actuar como reservorios, mientras que la afectación principal ocurre en la edad adulta.

No todas las cepas son iguales, ya que algunas son comensales y conviven sin causar daño, mientras que otras son patógenas y capaces de inflamar la mucosa gástrica, aumentando el riesgo de úlceras o incluso, en casos graves y con antecedentes familiares, puede derivar en cáncer.

Los síntomas que deben alertar incluyen dispepsia crónica, gastritis de larga evolución y signos de alarma como sangrado, anemia o pérdida de peso. En personas mayores de 45 años o con antecedentes familiares de cáncer gástrico, la revisión médica es indispensable. Ignorar estos problemas no solo agrava el riesgo de complicaciones, también deteriora la calidad de vida al condicionar restricciones en la alimentación y malestar constante.

El diagnóstico debe hacerse con pruebas precisas, tal como explica Juan Miguel Abdo, especialista en gastroenterología y endoscopia gastrointestinal. De hecho, las pruebas de sangre que detectan anticuerpos pueden reflejar exposiciones pasadas y no siempre indican una infección activa.

En cambio, las pruebas de aliento y las fecales son más confiables y permiten confirmar la presencia de la bacteria, siempre bajo indicación médica. Tampoco se recomienda la búsqueda indiscriminada de H. pylori en personas asintomáticas sin factores de riesgo.

Una vez confirmada la infección, el tratamiento debe iniciar con antibióticos, que es la única vía comprobada para erradicar H. pylori y frenar su daño. En México, las guías médicas aconsejan combinaciones triples o cuádruples”. El esquema dura en promedio 14 días, y aunque suele aliviar los síntomas de forma rápida, es fundamental completarlo en su totalidad para evitar la recaída o la resistencia bacteriana.

Los efectos adversos del tratamiento como diarrea, dolor de cabeza o malestar estomacal son frecuentes, pero pueden mitigarse con la ayuda de simbióticos, que combinan probióticos (microorganismos vivos con efectos benéficos) y prebióticos (sustratos que los alimentan). Al proteger la microbiota intestinal, conocida como nuestro “segundo estómago”, los simbióticos reducen molestias, favorecen la adherencia al tratamiento y potencian la eficacia antibiótica. Incluso existen fórmulas, que integran lactobacilos con oligosacáridos y funcionan como simbióticos.

El doctor Miguel Abdo lo resume con claridad: “El Helicobacter pylori puede ser inofensivo y sólo ocupar espacio, pero también puede producir síntomas muy delicados como úlceras y hasta cáncer de estómago. Si está presente y hay síntomas, debe ser tratado por un médico. No sirve la automedicación ni interrumpir el tratamiento; se debe tomar por 14 días seguidos (previa indicación del médico tratante), de lo contrario se crea resistencia a los antibióticos”.

En conclusión, Helicobacter pylori es una bacteria común, pero su impacto no debe subestimarse. El tratamiento antibiótico es la primera línea de defensa y, cuando se acompaña de simbióticos, ofrece una estrategia más completa porque elimina la bacteria, protege la microbiota y mejora la calidad de vida. Hablar de ella es hablar de ciencia, de prevención y de bienestar para el “segundo estómago” que todos llevamos dentro.

×