ABANDONO: LAMENTABLE PRÁCTICA CONTRA ADULTOS MAYORES

“Muchos adultos mayores maltratados requieren ayuda”.

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Improvisar medidas de cuidado y tratamientos en casas de retiro también es una forma de violencia.

Aun cuando los mexicanos envejecen de manera acelerada y se estima que para 2030 la población de 60 años o más aumente a 20% no hay una estrategia nacional que indique, ni a manera de esbozo, cómo se quiere vivir la vejez.

La realidad, sin embargo, se adelanta: a estas alturas la tranquilidad, la estabilidad, la dignidad y otros valores que se esperarían apreciables durante la etapa final de la vida están fuera del panorama.

Alejandra Solórzano, abogada y directora de la Fundación DAMADI, señala que la falta de políticas públicas dio paso a la proliferación de espacios improvisados que prometen ser casas de retiro, pero que operan sin personal capacitado, sin protocolos, carentes de supervisión médica y, no pocas veces, sin respeto a los derechos humanos.

El maltrato en estos espacios —que deberían ser lugares de calma y sosiego— se acrecienta a causa de la desvinculación emocional a la que son expuestos muchos adultos mayores, en la mayoría de los casos por sus propias familias.

Esta indiferencia hace que prácticas negligentes y abusivas por parte de cuidadores sean invisibilizadas. Si no hay alguien pendiente de su bienestar, ¿a quién podría importarle lo que suceda con ellos?

Tal es el caso de Laura, residente del asilo Hogar Marillac en Naucalpan, Estado de México, quien se queja de la manera tan agresiva en que la bañan a jicarazos. “Te avientan así el agua; y yo les digo que me la echen más despacio, para que me pueda enjuagar”, dice mientras hace un gesto rápido y agresivo con la mano, pues no cuentan con abastecimiento de agua suficiente ni un servicio adecuado de drenaje.

“Se desquitan con uno; y por eso dicen que soy rezongona”, señala.

Hay otros establecimientos que si bien no utilizan violencia para tratar a los ancianos, tampoco cuentan con recursos suficientes, como el asilo de la Santísima Trinidad, ubicado en Chimalhuacán, Estado de México, donde se atienden 35 adultos mayores.

Joshua Barrios, quien a diario lava un mínimo de 25 cargas de ropa sucia, señala que para ello hay tres lavadoras: una ya no funciona, la otra “da toques” y la tercera solo sirve para secar, “pero hay que dejarla enfriar entre carga y carga”.

A favor del cuidado

Anabell Ávalos Zempoalteca, senadora priista por Tlaxcala, recién exhortó a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CDNH) y a los Congresos estatales a iniciar un diagnóstico nacional sobre la situación operativa y jurídica de los asilos del país.

“No contamos con ninguna cifra oficial sobre estos centros de atención”, comenta en entrevista con Vértigo.

Esto es preocupante, afirma, porque la situación en muchos de estos lugares es precaria, “con casos de abandono, negligencia y hasta redes de explotación”.

—¿Sobre qué va el exhorto?

—Este llamado al cuidado de la vejez lo presento en nombre de todo el grupo parlamentario del PRI. Tengo experiencia en desarrollo social y en esta ocasión pedimos a la CNDH que haga una revisión responsable y seria del número de asilos que existen en nuestro país porque, hay que decirlo, muchos son clandestinos, sin licencia de funcionamiento, que solo operan para obtener algún recurso. Estos establecimientos no están dados de alta en ningún lado, ni siquiera en Hacienda. Así que ya se imaginará la atención que ofrecen ahí. No es la que merecen los adultos mayores.

—¿Qué la motivó a presentar este exhorto?

—Personalmente no tengo ningún caso familiar, pero siempre he defendido a quienes más lo necesitan. Como dije, mi experiencia es en el sector social. A los 30 años fui directora del DIF en Tlaxcala, así que ya tengo largo camino recorrido. Y los adultos mayores que están en asilos, muchos maltratados, requieren nuestra ayuda.

Según datos del INEGI en 2020 había aproximadamente mil 500 centros de atención, de los cuales solo 107 eran públicos; es decir, apenas 7 por ciento.

Más de 90% de esos lugares está en un limbo en el que nadie sabe qué pasa. No hay supervisión. Según el informe ISP-12/2020 de la CNDH la institución solo inspeccionó 58 de los mil 500 centros durante la pandemia. Y en ese documento se registraron condiciones de hacinamiento, falta de protocolos sanitarios y de atención médica. Pero nada se hizo al respecto.

Añade: “Tengo datos de asilos que actúan de esa manera, pero por razones obvias no voy a mencionar sus nombres; sin embargo, ya estamos tomando acciones. Reitero: los adultos mayores se sienten solos, sobre todo, cuando son abandonados por sus propios hijos. Imagínese. Es muy difícil entender que las personas que creaste y por las que has dado todo te abandonan apenas llegas a cierta edad. Por ellos trabajamos”.

—¿Qué leyes protegen a los adultos mayores?

—Varias los amparan: además de la Ley de los Derechos de los Adultos Mayores y el artículo 4 constitucional, que reconoce el derecho de toda persona a la salud, está la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, que obliga al Estado a garantizar la integridad, salud y dignidad de este grupo poblacional.

Sin embargo, “la realidad es distinta, pues hay una desprotección hacia ellos que viene desde las propias instituciones. En México hay escasa rendición de cuentas y una ausencia de mecanismos jurídicos frente al maltrato o negligencia. Y esta falta de supervisión, control, capacitación y sanción pone en riesgo el acceso a sus derechos”.

Medidas insuficientes

—¿Cuál es el alcance de la CNDH en este caso?

—Bueno, originalmente esta institución velaba por los derechos de los más vulnerables. En un mundo ideal la CNDH debería tener claridad de cuántos asilos privados existen en México. Y si no sabe, podría presionar a las autoridades correspondientes para hacer un conteo. Además, vigilar que se cumplan las reglas que marcan las instituciones de salud. Y buscar que se dedique un recurso importante para que trabajadores sociales y sicólogos visiten periódicamente a los adultos mayores para verificar que las condiciones de vida sean óptimas y puedan estar en plenitud, hasta que Dios los llame.

De cualquier modo, puntualiza, “hay que seguir levantando la voz para coaccionarlos a hacer su trabajo. A ellos y a las comisiones a las que les corresponde aprobar esta iniciativa. Tómenla en serio, no pueden seguir como están; ignoran a la oposición por la mayoría que obtuvieron y aprueban solo lo que les importa”.

—¿Es por falta de presupuesto que el oficialismo ignora esta iniciativa?

—No. Yo he presentado varias iniciativas que no requieren recursos: la ley de vaso de agua, que era consecuencia de la ley silla; la reforma a la ley general del trabajo, que posibilitaría que los padres que tengan un hijo con enfermedad grave puedan salir antes y nada… Al cajón de los olvidados. Todas estas medidas no requieren recursos, solo voluntad política y social.

El consenso, en el caso de los asilos, “podría hacerse a través del DIF. No es tan complicado si hay coordinación entre los gobiernos estatales y los gobiernos municipales. Es un trabajo rápido si hay ganas. Por desgracia, los asilos no son prioridad para el gobierno. Está bien que promuevan la pensión para adultos mayores, pero los asilos cuándo”.

Y concluye que aun cuando “el oficialismo no aprueba ninguna iniciativa ni ningún punto de acuerdo que venga de la oposición”, en el tema del respeto y cuidado de adultos mayores en asilos “nosotros continuaremos insistiendo...”

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