La cumbre internacional sobre cambio climático será la prueba de fuego para mostrar coherencia entre las políticas de transición energética y la justicia social.
Del 10 al 21 de noviembre Belém, en la región amazónica de Brasil, será escenario de la trigésima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), cita que llega en un momento crítico: el mundo volverá a mirarse frente al espejo de la crisis climática porque las emisiones globales de CO2 alcanzaron un récord de 37.4 gigatoneladas en 2023, mientras que la concentración atmosférica superó las 420 partes por millón, niveles nunca antes registrados en la historia moderna.
China y Estados Unidos, que juntos son responsables de más de 40% de esas emisiones, continúan definiendo el ritmo de un planeta que exige respuestas urgentes y coordinadas.
En este contexto, México llega con un discurso ambicioso, pero con avances limitados y ciertas tensiones entre lo que se promete y lo que reflejan los presupuestos y políticas energéticas actuales.
En camino
Previo a la cumbre en Brasil, la Semana de Alto Nivel de la Asamblea General en Nueva York funcionó como plataforma para que líderes mundiales presentaran compromisos y planes climáticos más ambiciosos.
A diferencia de las negociaciones formales, esta cumbre sirve como espacio de anuncios concretos por parte de jefes de Estado, gobiernos, empresas y sociedad civil.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, reafirmó por ejemplo que su país reducirá entre 59 y 67% sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y pondrá fin a la deforestación para 2030, convirtiéndose en el segundo país en presentar su nueva meta en materia de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC).
Xi Jinping, por su parte, anunció que China reducirá entre 7 y 10% sus emisiones para 2035.
El secretario general de la ONU, António Guterres, fue contundente: “La ciencia exige acción, la economía la respalda y la gente lo reclama”.
Según ONU Cambio Climático los compromisos actuales apenas reducirían las emisiones en 2.6% para 2030, muy por debajo de 43% que se requiere para limitar el calentamiento a 1.5 grados Celsius.
Cinco prioridades surgieron de esta cumbre preparatoria: energía limpia, reducción de metano, conservación de bosques, descarbonización de la industria pesada y justicia climática.
Además, los Diálogos de Soluciones reunieron a gobiernos locales, empresas y sociedad civil para debatir mitigación, adaptación, financiamiento y transiciones justas.
Agenda climática de México
Durante la reciente Semana del Clima en México la secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Alicia Bárcena, presentó la posición nacional rumbo a Belém: una acción climática “con base en la justicia social, la equidad de género y la participación de las juventudes”.
Entre las prioridades del país destacan la actualización de la NDC conforme al Acuerdo de París, la consolidación de una transición energética justa, el aumento del financiamiento climático y la incorporación de conocimientos indígenas y soluciones con base en la naturaleza.
“El cambio climático no es solo el mayor desafío de nuestro tiempo, sino también la mayor oportunidad para transformar nuestras sociedades hacia la justicia y la sostenibilidad”, afirmó Bárcena.
La NDC 3.0 de México incluirá cinco pilares: mitigación, adaptación, pérdidas y daños, medios de implementación y perspectiva de género, con una meta de mitigación absoluta hacia 2035 y alineada al objetivo de cero emisiones netas en 2050.
Sin embargo, para la doctora Isabel Studer Noguez, analista de la transición energética y presidenta de Sostenibilidad Global, el papel de México en la COP30 aún está por definirse.
“Todavía no se percibe con claridad cuál será el papel de México”, comenta. Studer señala que más allá del discurso los indicios de un compromiso estructural sólido aún son limitados: “El gobierno mantiene un enfoque en Pemex y subsidios fósiles, mientras que los recursos hacia energías limpias no son prioritarios. La transición energética requiere señales más consistentes”.
Mientras la estrategia federal enfrenta retos, algunos gobiernos locales buscan marcar la diferencia. Durante la Semana de Acción México por el Clima la Ciudad de México anunció un compromiso de reducir emisiones en 35% para 2030, incorporando por primera vez la participación del sector privado. “El planeta nos pide unirnos por el bien de todos. Esta meta incluye a empresas e industrias. La acción climática solo es posible con la colaboración de todos los sectores”.
La CDMX busca consolidarse como “la capital climática” del país, promoviendo proyectos de mitigación y adaptación, fortaleciendo el transporte eléctrico y desarrollando la economía circular.
La urgencia de estas medidas se refleja en los fenómenos extremos recientes: durante la temporada de lluvias de 2025 la megaurbe registró más de 298 mm de precipitación en julio.
A nivel nacional, otros estados también han sufrido inundaciones atípicas: Veracruz reportó más de 150 colonias afectadas; Tabasco y Chiapas registraron el desbordamiento de ríos y afectación de más de ocho mil viviendas; Puebla y Oaxaca enfrentaron cortes de carreteras y evacuaciones preventivas.
El gobierno federal informó que la cifra de personas fallecidas por las inundaciones en cinco estados del país hasta el momento asciende a 66, con 75 personas que continúan sin ser localizadas.
Dichos eventos muestran que la adaptación local es inseparable de la mitigación global: reducir emisiones y fortalecer la resiliencia urbana deben avanzar de manera simultánea.
Un escenario complejo
Belém será la llamada “COP de la verdad” en un contexto global marcado por retrocesos en la agenda climática y tensiones geopolíticas. La relación entre Estados Unidos y China, por ejemplo, continúa siendo determinante para la ambición colectiva.
Para Studer, América Latina enfrenta un dilema estructural: “Muchos países optarán por centrarse en la adaptación, porque es políticamente más seguro. Pero eso no debe impedir avanzar en la transición energética. México no puede quedarse atrapado en ese círculo”.
De acuerdo con los especialistas la COP30 será la oportunidad de demostrar si México puede abandonar el modelo extractivista tradicional y convertirse en un actor climático de peso o seguirá con un discurso más visible en los foros internacionales que en la acción concreta.
Para millones de personas afectadas por inundaciones, incendios y sequías en 2025, se trata de supervivencia, no de oportunidades.
La preparación global, la coordinación multilateral y la acción local serán determinantes para que Belém marque un punto de inflexión en la lucha climática.