Cada 29 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Salud Digestiva. Aunque muchas veces solo pensamos en él cuando algo nos duele, arde o molesta, lo cierto es que sus funciones van mucho más allá de “hacer la digestión”, hoy sabemos que los intestinos están estrechamente ligados al sistema inmunológico, al equilibrio emocional e incluso al desarrollo de enfermedades crónicas como la obesidad o el Parkinson.
En México, los problemas digestivos son cosa seria. Según la Secretaría de Salud, las enfermedades gastrointestinales ocupan el tercer lugar en incidencia. Además, en el primer trimestre de 2025, el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica registró más de 92 mil casos de enfermedades diarreicas en menores de cinco años. Cifras que demuestran que aún falta mucho por hacer en prevención.
“Los síntomas más comunes de que algo no anda bien en el intestino son inflamación, dolor abdominal, ruidos excesivos, estreñimiento o diarrea. Pero también pueden aparecer señales menos evidentes, como fatiga constante, mal humor o problemas de concentración, ya que el intestino y el cerebro están estrechamente conectados”, explica Enrique Elías Baños, licenciado en nutrición.
Esta conexión, conocida como eje intestino-cerebro, funciona como una vía de comunicación bidireccional. “Se le llama el ‘segundo cerebro’ porque allí se produce una gran cantidad de serotonina, una hormona que regula el estado de ánimo y la sensación de bienestar”, añade el especialista.
¿Cómo cuidarla?
De acuerdo con Elías Baños, hay muchas formas de fortalecer nuestra salud digestiva sin necesidad de acudir a tratamientos complicados o costosos. Todo empieza con cambios sencillos en el estilo de vida.
El primer paso es comer mejor. Incluir más frutas, verduras, alimentos no solo son ricos en vitaminas y minerales, sino que también aportan fibra y prebióticos, esenciales para alimentar a las bacterias benéficas del intestino, como plátano, avena, ajo, cebolla y granos integrales.
También es recomendable consumir probióticos “Lo ideal es obtenerlos de alimentos fermentados, como yogur natural o leches fermentadas con probióticos, como Lactobacillus casei Shirota, cepas que han demostrado reforzar la microbiota y mejorar la respuesta inmune”. Aunque pueden encontrarse en suplementos, las personas tienen que revisar bien la etiqueta. “Deben verificar tanto la cantidad de probióticos como la cepa específica, ya que de eso dependerá el efecto que tengan en el organismo”.
Sin embargo, no todo es cuestión de comida. Dormir entre 7 y 9 horas al día, manejar el estrés y moverse más. La Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere al menos 150 minutos de actividad física moderada por semana, una recomendación que, además de beneficiar la digestión, tiene impacto positivo en la salud mental y metabólica. “Se pueden buscar actividades que nos ayuden a relajarnos, como yoga, caminatas al aire libre o ejercicios de respiración”, recomienda el nutriólogo.
Evitar el abuso de alimentos ultraprocesados, el alcohol y la automedicación también es parte de la solución. “Estos factores dañan la mucosa intestinal y favorecen que las bacterias malas se multipliquen”, advierte Elías Baños. Por eso, ante cualquier molestia persistente, lo mejor es acudir con un especialista y no normalizar las señales de alerta.
Más allá del estómago
Cuidar de nuestros intestinos no es una moda, es una necesidad real en un mundo donde los trastornos digestivos, metabólicos e incluso neurológicos van en aumento.
“Haciendo alusión a Hipócrates, considerado uno de los padres de la medicina, cuando dijo ‘la salud comienza en el intestino’, nos damos cuenta de que desde hace siglos ya se comprendía su importancia”, señala el especialista.
El intestino no solo digiere lo que comemos, también filtra, protege y comunica. Y su bienestar depende de nuestras decisiones diarias. Por ello, este Día Mundial de la Salud Digestiva es un buen momento para preguntarnos si realmente estamos cuidando nuestros intestinos como deberíamos.