La incontinencia urinaria afecta a más de 400 millones de personas en el mundo —el equivalente a la población del tercer país más habitado—, y sigue siendo uno de los temas menos conversados. El silencio, los tabúes y la desinformación que la rodean son aún hoy las principales barreras para acceder a ayuda o mejorar la calidad de vida, generando consecuencias no solo físicas, sino también emocionales y psicológicas.
Y es que la incontinencia no distingue edad ni género. Según datos del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) y del Boletín Mexicano de Urología, una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres experimentan algún grado de incontinencia. Aun así, solo el 25 % de quienes la padecen busca ayuda profesional.
Más allá del impacto físico, esta condición afecta de forma diferenciada el bienestar emocional de hombres y mujeres. Una revisión publicada en International Urogynecology Journal reveló que las mujeres con incontinencia tienen más del doble de riesgo de desarrollar depresión, mientras que, en los hombres, aunque la relación era menos consistente, también se observa una tendencia al malestar psicológico.
Estos hallazgos muestran cómo, pese a vivirla de forma distinta —ellas con mayor impacto en la autoestima, ellos con sentimientos ligados a la pérdida de control o masculinidad—, ambos géneros coinciden en que esta condición puede afectar profundamente su calidad de vida.
“Esta afección no es solo una condición médica, es una experiencia emocional compleja que puede provocar tristeza, frustración y vergüenza. Incluso, el miedo a un accidente o al rechazo puede llevar a muchas personas a replegarse de su entorno, impactando gravemente su salud mental. Por eso, romper el silencio es también un acto de autocuidado”, señala la psicóloga Tere Díaz, anfitriona del pódcast Con TENA sigo siendo yo.
Uno de los principales obstáculos para afrontar esta realidad es, precisamente, el silencio. De acuerdo con la atención Urology Care Foundation, muchas personas no buscan servicios médicos por vergüenza o por la creencia errónea de que es “parte normal del envejecimiento”. Este silencio impide el diagnóstico oportuno, el tratamiento adecuado y, sobre todo, el acompañamiento emocional que puede marcar la diferencia.
Del 16 al 22 de junio se conmemora la Semana Mundial de la Continencia, una iniciativa creada en 2008 por la International Continence Society (ICS) para romper el silencio en torno a los trastornos del piso pélvico y fomentar el acceso a información confiable y atención médica adecuada.
En este marco, TENA reafirma su compromiso no solo con la innovación en productos que ofrecen seguridad, discreción y comodidad, sino también con el acompañamiento integral a las personas usuarias y sus cuidadores, visibilizando la condición más allá del síntoma y promoviendo una conversación abierta y sin tabúes.
A través de su pódcast Con TENA sigo siendo yo, la marca ofrece un espacio de confianza para hablar de la incontinencia desde la empatía y la autenticidad, compartir información útil, soluciones adaptadas y una invitación clara: reencontrarse con la libertad de ser uno mismo.
“La conversación sobre la incontinencia debe abordarse desde las emociones, la dignidad y la inclusión. Como sociedad, debemos crear espacios seguros donde se pueda hablar del tema sin vergüenza ni juicios. Desde TENA trabajamos para que las personas entiendan que esta condición no define quiénes son”, agrega Daniel Camou, Product Manager de TENA.
Hay que reconocer que la incontinencia existe y que afecta significativamente el bienestar emocional puede marcar la diferencia entre vivirla con miedo o con libertad. Con un diagnóstico temprano, el uso de productos diseñados específicamente para esta condición y una red de apoyo empático es posible mantener la autonomía y disfrutar de una vida plena.