A más de cien días de que el primer caso de COVID-19 se confirmara en México, el 70% del personal de salud que atiende pacientes con el nuevo coronavirus no solo enfrenta el riesgo de presentar el síndrome de Burnout, sino que uno de cada dos tiene altas probabilidades de desarrollar o exacerbar enfermedades derivadas de la mala alimentación, la deshidratación y el poco descanso a que obligan las condiciones laborales que se viven en la primera línea de atención.
Así lo advirtieron los profesionales de la salud que participaron en el videoforo especializado “Los retos del profesional de la salud en tiempos del COVID-19”, donde intervinieron Miguel Ángel García, experto en Medicina Preventiva y Control de infecciones del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP); Humberto Bautista, miembro de la Sociedad Mexicana de Oncología y coordinador del Departamento de Psicooncología del CMN Siglo XXI del IMSS; y la licenciada en Nutrición Guadalupe Montes, maestra en Ciencias de la Salud y especialista en Nutrición Clínica.
“La permanencia proyectada de la enfermedad por varios años, así como la alta transmisibilidad y gravedad, obligan a evaluar continuamente el estado de salud física y mental de los trabajadores del área médica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) insta a los países miembro a implementar medidas preventivas y de protección para disminuir los riesgos del personal de salud en medio de esta pandemia, de ahí la importancia de atender a quienes están hoy en primera línea”, dijo Miguel Ángel García.
Los riesgos a nivel físico y mental de este personal están relacionados con diversos factores, como por ejemplo laborar en entornos o climas extremos portando un Equipo de Protección Personal (EPP) que no pueden quitarse durante seis, ocho o más horas continuas, así como no poder alimentarse, hidratarse o ir al baño durante ese periodo.
A esto se suma tener altas cargas de estrés/ansiedad por el natural miedo al contagio, trabajar con equipo/infraestructura limitados, presentar cansancio extremo por sobrecarga de pacientes, la falta de acceso a áreas grises o limpias, el constante cambio de turno e, incluso, el temor al rechazo social.
“A nivel emocional y mental hay un desgaste importante. Vemos que 70% del personal de salud en atención al paciente de COVID-19 está en riesgo de desarrollar el síndrome Burnout, el cual se caracteriza por agotamiento emocional, una actitud distante, despersonalizada o apática, estrés crónico, fatiga extrema y sensación de no ser suficientes. También observamos que 50% de los trabajadores en este frente desarrollan cuadros de ansiedad o pánico, siendo el personal de enfermería uno de los más afectados”, explicó Humberto Bautista.
En el plano nutricional también hay diversos retos que afectan a más de la mitad del personal de la salud. La mayoría están relacionados con la carga de trabajo y con el uso de EPP, siendo los más frecuentes los cambios en los horarios de comida, la disminución de alimentos naturales, el aumento en la ingesta de productos procesados y la mala hidratación.
“Hay muchos riesgos, pero la mala hidratación es un tema recurrente. Puede haber deshidratación y en casos extremos lesión renal aguda. Para evitarlo se recomienda hidratarse antes y después de la jornada laboral con suero oral de grado médico a base de electrolitos, agua y glucosa, toda vez que el EPP puede elevar la temperatura corporal. También se aconseja tener una alimentación balanceada con todos los grupos de alimentos, limitando el consumo de productos procesados; de lo contrario pueden aparecer o exacerbarse padecimientos como diabetes, hipertensión u obesidad y sobrepeso”, explicó la nutrióloga Guadalupe Montes.
Para mantener una buena salud física y mental los médicos que atienden pacientes con COVID-19 deben adoptar una cultura de autocuidado, procurando además darse tiempo para el descanso (dormir al menos seis horas por día) y para la convivencia familiar, coincidieron los participantes en el foro. Asimismo, recomendaron buscar asesoría psicológica y nutricional.