El legado de Milosevic y el peligro del nacionalismo

Nacionalismo en Yugoslavia
Foto: Creative Commons
Lizbeth Sauceda
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En la región de los Balcanes, la cultura y la memoria colectiva están marcadas por la masacre: “tu padre fue masacrado, tu abuelo desaparecido, tus mujeres violadas y los pueblos de otras etnias son tus enemigos por definición“. Así habla Cyril Garderes, ex capitán de Fuerzas Especiales del ejército Francés, de su experiencia con la intervención de la OTAN y la impresión que le provocaba el escenario posterior a la masacre de Sbrénika.

Los Balcanes tienen una historia de odio interracial, que se remonta más allá de invasión turca en el siglo XIV. En esa época se instauraron la cultura y la religión islámica. La existencia de dos religiones más; la iglesia ortodoxa y la católica hicieron imposible la creación de una cultura homogénea.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Yugoslavia había luchado como un solo frente bajo el poder del único líder que quizás pudo unificar realmente a Yugoslavia: Josip Broz Tito. Durante su gobierno, existió cierta igualdad entre las etnias pero, después de su muerte, volvió la inestabilidad y comenzó el terror con la llegada al poder de Slovodan Milosevic.

La destrucción de Vukovar en 1991, de la aldea de Ravno y el ataque la ciudad de Dubrovnik, anunciaban con fuerza lo que venía. La ocupación de Sbrenika por parte de los serbios el 11 de julio de 1995, en una zona que era protegida por cascos azules, puso en evidencia la incapacidad de la ONU, que decidió retirarse en vez de proteger a la población civil.

El genocidio en Bosnia fue, sin duda, la muestra más reciente del horror en Europa. La violación sexual como método de limpieza étnica fue el método más atroz del que se valieron bosnios y croatas para apoderarse de los distintos territorios

El siglo XX se cerró con más de 250,000 muertos y más de 1 millón de desplazados sólo en Bosnia, como resultado de las aspiraciones nacionalistas de Slovodan Milósevic para construir la “Gran Serbia”. Los intentos de independencia de Croacia y Eslovenia fueron la excusa para desencadenar la guerra.

La inadecuada protección por parte de la ONU, la tardía intervención de la OTAN, la soberbia de Milosevic y la alianza de los diferentes bandos con mercenarios que sólo buscaban el botín dieron como resultado la guerra más sangrienta de la Europa contemporánea.

Hoy Bosnia, Croacia, Serbia y Eslovenia, son territorios que intentan construir sus democracias. Esperemos que las nuevas generaciones representen pongan fin a las hostilidades históricas.

Los derechos fundamentales, son los únicos que deben estar por encima de cualquier otro ideal político si lo que queremos es construir un mundo de paz. El sentimiento de amor a la patria y la ideología no pueden seguir siendo una excusa para matar a pueblos enteros.

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