Segregación racial: caldo de cultivo para el fundamentalismo islámico

Jóvenes nacidos en Europa se unen al Estado Islámico
Foto: AP
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El futuro de la guerra y la paz en Europa y medio oriente se definirá en la arena del sentido común.

Los terribles sucesos que marcaron el inicio del año, en París, provienen del resentimiento social que surge de las condiciones económicas y sociales de los inmigrantes y no de la inmigración en sí misma.

Los jóvenes, hijos de inmigrantes, son franceses de nacimiento, pero no tienen acceso a las mismas oportunidades que el francés promedio. Los fundamentalismos y la criminalidad lo saben y aprovechan para hacer crecer sus filas con los sectores de jóvenes en situación de vulnerabilidad.

La pobreza y la segregación derivan en fundamentalismos y anulan la humanidad porque en situaciones tan extremas no hay espacio para el sentido común.

Tras los ataques del 7 de enero en las oficinas del semanario francés Charlie Hebdo, en París, se ha desatado una gran agitación política del otro lado del mundo. Tal vez ha llegado la hora de tomar en serio las advertencias de Samuel P. Huntington sobre “El choque de las civilizaciones”.

Para el politólogo estadounidense, las líneas de separación entre las civilizaciones delimitarían las batallas del futuro. Aunque no tomó en cuenta que esas líneas las encontraríamos dentro de los propios países occidentales.

El fundamentalismo islámico ha existido siempre, pero su caldo de cultivo está precisamente en esos barrios con edificios multifamiliares, al estilo de los guetos judíos. Ahí donde los jóvenes crecen entre la discriminación, la segregación y la desigualdad.

Esos guetos a las afueras de las París y otras ciudades francesas brindaron a inmigrantes africanos y asiáticos la posibilidad de hacer una vida fuera de los conflictos que hay en sus países. No obstante, la política francesa nunca se hizo un intento real por que esas personas desarrollaran un aprecio real por la democracia y los derechos fundamentales del hombre.

Mathieu Kassovitz, en la película “La Haine” (El odio), ilustró perfectamente la cotidianidad de la segregación racial que se vive en los suburbios parisinos, donde tres jóvenes, un árabe, un judío y un negro, viven y crecen entre la violencia y la discriminación del primer mundo.

¿Será posible que, en el mejor de los escenarios, Europa comience a crear una política social y económica más incluyente? El gobierno francés destinará 425 millones de euros al combate contra el terrorismo pero no mencionó ninguna medida para atender las causas del radicalismo islámico en Francia.

Sea cual sea el escenario que tendremos próximamente, no debemos olvidar, que todo tipo de odio interracial, intercultural o interreligioso, son, como dijo Hannah Arendt, refiriéndose al antisemitismo, “un insulto al sentido común”. Las batallas del futuro, se encuentran entonces, precisamente en el entendimiento y el control de las verdaderas causas; en el ejercicio del sentido común.

Los reduccionismos en los que incurren los radicalismos, de un lado y del otro, son fallas del sentido común por no hallar sus explicaciones en las causas.

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