CÉLULAS QUE SE CONSTRUYEN SOLAS

“Sus posibles aplicaciones en diversas áreas son enormes”.

Células modificadas reveladas por fluorescencia.
Ciencia
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Durante décadas la biología sintética ha perseguido una ambición central: recrear los componentes esenciales de la vida en sistemas completamente diseñados por humanos. Se ha avanzado en la construcción de membranas, en la creación de genomas mínimos y en la síntesis de proteínas fuera de células naturales.

Sin embargo, un eslabón clave seguía faltando: la capacidad de una célula artificial de construirse a sí misma paso a paso, como lo hizo la vida hace miles de millones de años. Ese límite acaba de romperse.

Investigadores interdisciplinarios de universidades de Estados Unidos y Europa presentaron un modelo de células sintéticas autoensambladas, construidas a partir de compartimentos lipídicos, proteínas modulares y circuitos moleculares capaces de coordinar comportamientos colectivos.

Por primera vez estas protocélulas pueden organizarse, fusionarse o dividirse siguiendo instrucciones preprogramadas, sin intervención humana directa. No son organismos vivos, pero exhiben propiedades emergentes que antes se consideraban exclusivas de la biología natural.

Desarrollo

El proceso inicia con vesículas lipídicas que contienen enzimas y componentes sintéticos diseñados para responder a señales químicas externas. Cuando las condiciones son adecuadas estas vesículas comienzan a unirse espontáneamente formando superestructuras celulares, compartiendo recursos internos y distribuyendo funciones como metabolismo rudimentario, reparación o procesamiento de moléculas energéticas. Todo ocurre mediante gradientes químicos que funcionan como un lenguaje interno.

Uno de los logros más sorprendentes es su capacidad de coordinación, algo fundamental para la vida multicelular. Las células sintéticas pueden intercambiar señales para decidir si deben agruparse, migrar o dividirse. Este comportamiento recuerda a organismos simples como los mohos mucilaginosos, que forman estructuras colectivas bajo condiciones ambientales adversas.

Además, los científicos han demostrado que estas células pueden cambiar de forma y reorganizar sus membranas para cumplir nuevas funciones. Por ejemplo, pueden adoptar configuraciones que les permiten encapsular partículas, transportar sustancias o crear capas porosas similares a tejidos primitivos.

Utilidades

Las posibles aplicaciones son enormes. En medicina podrían actuar como microfábricas terapéuticas, liberando fármacos solo cuando detectan señales asociadas a inflamación o cáncer. También podrían servir como scaffolds inteligentes (sistema de andamiaje que tras ser implantado, generalmente en un entorno óseo, busca el mejor contacto con el medio vivo para favorecer la organización de células como tejido apropiado) para regeneración de tejidos, reaccionando al entorno y adaptándose al crecimiento celular natural.

En materiales avanzados permitirían construir estructuras dinámicas que cambian sus propiedades según estímulos externos, creando puentes, filtros o recubrimientos que se “reparan solos”.

En el campo de la investigación fundamental las células autoensambladas proporcionan un modelo tangible para responder una pregunta central: ¿cómo comenzó la vida? Su comportamiento sugiere mecanismos plausibles sobre cómo las primeras protocélulas pudieron formar estructuras colectivas y cooperativas sin necesidad de ADN complejo o maquinaria biológica avanzada.

Retos

No obstante, el avance viene acompañado de desafíos éticos y técnicos. Aunque estas células no tienen capacidad de reproducción ilimitada ni carga genética evolutiva, su creciente autonomía obliga a reforzar normas de bioseguridad. Los investigadores subrayan que no se trata de vida artificial en sentido estricto, sino de sistemas bioquímicos controlados para estudiar procesos emergentes.

Aun así, el avance coloca a la biología sintética en un nuevo territorio. Si las primeras décadas del campo se centraron en editar organismos existentes, la próxima podría enfocarse en diseñar sistemas desde cero: entidades que no compiten con la vida natural, pero que la complementan con funciones nuevas. Células que ensamblan materiales, que detectan toxinas, que transforman dióxido de carbono (CO2), que reparan estructuras o que actúan como circuitos biológicos distribuidos.

La frontera entre lo vivo y lo creado se vuelve más difusa. Pero también más fértil: cada avance nos permite comprender mejor qué es la vida, cómo surge y qué posibilidades tecnológicas encierra su imitación.

Las células sintéticas autoensambladas no solo son un logro técnico: son, sobre todo, un recordatorio de que la naturaleza sigue siendo el mejor ingeniero y que replicar sus principios es la vía más prometedora para resolver desafíos del siglo XXI.

Glosario

Autoensamblaje Proceso mediante el cual componentes químicos se organizan espontáneamente en estructuras ordenadas sin intervención externa.

Protocélula Modelo simplificado de célula, formado por membranas y componentes metabólicos básicos. Se usa para estudiar el origen de la vida y construir sistemas sintéticos.

Vesícula lipídica Pequeña burbuja formada por lípidos que actúa como membrana. Es la base de muchas células sintéticas.

Circuito químico o molecular Conjunto de reacciones organizadas para ejecutar funciones específicas, como activar señales o regular comportamientos, similar a un “software químico”.

Señalización entre células Mecanismo por el cual células naturales o artificiales intercambian moléculas para coordinar acciones colectivas.

Materiales vivos sintéticos Estructuras construidas con células artificiales que cambian, reparan o adaptan sus propiedades en respuesta al entorno.

Biología mínima Rama que busca identificar los componentes esenciales para que exista un sistema biológico funcional.

Emergencia Propiedad que surge de la interacción entre componentes simples, produciendo comportamientos complejos no programados explícitamente.

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