Cdmx, 30 de diciembre de 2025.- Un equipo de científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) logró obtener la primera imagen tridimensional del interior del volcán Popocatépetl, uno de los más activos y vigilados del país, cuya actividad representa un riesgo potencial para millones de personas que habitan en el centro de México.
Tras cinco años de trabajo de campo, ascensos constantes a la montaña y análisis avanzados de datos sísmicos apoyados con inteligencia artificial, los investigadores pudieron “ver” cómo está estructurado el subsuelo del volcán. La imagen revela la presencia de distintas zonas donde se acumula el magma a varias profundidades, en lugar de una sola cámara magmática, lo que ayuda a comprender mejor su comportamiento y evolución.
El proyecto, liderado por Marco Calò, profesor del Instituto de Geofísica de la UNAM, implicó ampliar la red de monitoreo sísmico alrededor del volcán. Se instalaron más sismógrafos de los que se usan habitualmente para alertas de emergencia, con el fin de obtener información detallada sobre los movimientos internos del Popocatépetl. Estos instrumentos registran vibraciones del suelo de manera constante y generan grandes volúmenes de datos.
El análisis fue posible gracias al uso de algoritmos de inteligencia artificial, que permitieron clasificar distintos tipos de sismos y asociarlos con materiales, temperaturas y profundidades específicas dentro del volcán. Con esta información, los científicos construyeron una tomografía sísmica que alcanza hasta 18 kilómetros bajo el cráter.
El Popocatépetl, activo desde 1994, presenta exhalaciones y explosiones frecuentes de gas y ceniza. Aunque su actividad es monitoreada de forma permanente, hasta ahora no se contaba con una imagen clara y detallada de su estructura interna, a pesar de que en un radio de 100 kilómetros viven alrededor de 25 millones de personas.
Además del trabajo tecnológico, el equipo realiza expediciones constantes para revisar y mantener los equipos en condiciones extremas, enfrentando riesgos naturales, fallas técnicas e incluso el impacto de explosiones volcánicas. Estas experiencias en campo, señalan los investigadores, permiten entender mejor los límites de los datos y la complejidad de estudiar un volcán activo.
Los resultados del estudio, que serán publicados próximamente, podrían contribuir a mejorar la evaluación de riesgos y los protocolos de protección civil. Al mismo tiempo, el proyecto abre nuevas preguntas científicas sobre la distribución del magma y la actividad sísmica, lo que impulsa a los investigadores a continuar estudiando a este “gigante” que consideran un laboratorio natural único.

