Colocada en escena la traumática devaluación de diciembre de 1994, en cuyo escenario la inflación se dispararía al año siguiente a 52%, generándose una crisis de pagos en el país, los tenedores de Tesobonos, instrumentos de deuda emitidos por el gobierno federal en dólares, exigieron su redención anticipada.
El monto total de la emisión era de 83 mil millones de dólares, con la novedad de que las reservas internacionales del Banco de México alcanzaban sólo la tercera parte.
La posibilidad de un conflicto internacional la desactivaría el presidente de Estados Unidos, William Clinton, al prestarle a México 25 mil millones de dólares de un fondo de su país paradójicamente para defender la paridad del dólar frente a otras monedas.
La garantía fueron las facturas por exportaciones de Petróleos Mexicanos.
El golpe que esterilizó las reservas y provocó una colosal fuga de divisas, se reflejó nítidamente en la caída de 6.9% de la economía mexicana.
El escenario, bajo parámetros distintos, ya sin apuestas en dólares; ahora con las reservas internacionales mayores de la historia: 167 mil 300 millones, se está replicando.
Los capitales especulativos están rompiendo todas las marcas de ingreso al país en busca de refugio en las tasas de interés que ofrecen los papeles de deuda del gobierno, frente a la tasa cero que se otorga a sus naciones de origen.
Hasta el año pasado el monto alcanzaba 80 mil 230 millones de pesos, de los cuales 46 mil 643 se habían invertido en bonos de deuda emitidos por el gobierno.
A marzo pasado el flujo había llegado a 135 mil 200 millones de dólares.
Equilibrio
En la carambola, nuestra moneda había adquirido perfil de superpeso, con una revaluación que ubicaba la paridad en niveles de 2008.
En su poderío, el superpeso provocó que las importaciones del exterior resultaran más baratas, lo que a su vez propició al desvanecimiento de una burbuja inflacionaria que había formado la carestía en alimentos.
Del otro lado de la moneda, sin embargo, la nueva paridad abarató las exportaciones mexicanas, incluido naturalmente el petróleo, al recibir menos pesos… alcanzando la carambola a la recaudación fiscal del país.
Naturalmente, la derrama turística en dólares resultó menos redituable.
Se diría, pues que el cielo para unos resultó el infierno para otros.
De hecho, en afán de buscar el equilibrio, el Banco de México suprimió las subastas en dólares, propiciando que fuera el propio mercado quien lo propiciara.
La razón es simple: los capitales especulativos tienen alas de golondrina. Lo que hoy es avalancha mañana podría ser éxodo masivo… dejando al superpeso sin protección.
No es lo mismo el dólar que llega para apuntalar el desarrollo del país vía inversión productiva, que el que busca ganancias rápidas y seguras.
La lección de 95 está viva.