LA RIQUEZA DE LAS NACIONES

Enormes deudas oprimen y posiblemente arruinarán a las grandes naciones

Ricardo B. Salinas
Columnas
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La respuesta a la pregunta, ¿por qué hay países ricos y pobres?, ha ocupado a los más diversos pensadores y se puede analizar desde distintos puntos de vista. Sin embargo, el filósofo y economista escocés Adam Smith hizo consideraciones particularmente acertadas sobre la prosperidad de los países en su obra clásica Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, escrita hace más de doscientos años.

Al respecto de la importancia del documento, el profesor de la Universidad de Princeton, Alan B. Krueger, nos recuerda que “no existe libro que haya tenido mayor influencia en la política y el pensamiento económicos, y por tanto en el bienestar de la población mundial, que este”. Se considera que el texto de Adam Smith fue el primer estudio formal de economía moderna y, a pesar de que se publicó en 1776, plantea principios que mantienen su validez a través del tiempo, pero que muchos parecen ignorar. Veamos.

“Un círculo virtuoso que acelera el crecimiento económico”.

La obra describe cómo la división del trabajo y la expansión del comercio generan mayor producción, riqueza y bienestar social, lo cual es irrefutable: hoy, nadie, ni siquiera el político más populista, discute las bondades de la división del trabajo, que permite que cada quien se especialice en las actividades que realiza con más eficiencia.

La mayor productividad permite que una persona genere bienes que exceden sus necesidades inmediatas, lo que resulta en un intercambio de estos artículos por otros excedentes distintos que generó alguien más, lo que impulsa el comercio y nos permite gozar de satisfactores que no tendríamos en autarquía (un término económico que significa autosuficiencia económica).

Curiosamente algunos políticos nos hablan de las bondades de distintos grados y formas de autarquía, como cuando nos hablan de la autosuficiencia alimentaria, sin embargo, la evidencia económica sugiere que la autarquía no es una condición deseable, todo lo contrario.

Continuando con el argumento de Smith, la mayor producción reduce el precio de los artículos en el mercado. Mientras tanto, la expansión del comercio amplía la demanda, lo que finalmente se traduce en incrementos en la producción para satisfacerla, haciendo necesario contratar más trabajadores, con lo que aumentan los salarios y con ello el nivel de vida en una nación.

Inversión

De acuerdo con Smith, otro factor que incrementa sustancialmente la productividad de la mano de obra es la inversión en capital fijo, es decir en infraestructura y maquinaria. Esta inversión en principio se realiza en beneficio de los accionistas, pero a largo plazo beneficia también al trabajador al incrementar su productividad. Por otra parte, si se genera ahorro nacional se garantizan los recursos para aumentar dicho capital y se crea un círculo virtuoso que acelera el crecimiento económico.

En cuanto al papel del gobierno, Adam Smith piensa que debe dedicarse sólo a la defensa nacional y a impartir justicia, así como a crear organismos benéficos para la comunidad e infraestructura, siempre y cuando estas actividades no sean rentables para los inversionistas privados. Añade que los gobiernos que gastan más allá

de sus ingresos generarán deudas con fuertes cargas para las futuras generaciones y, con una gran visión, advierte que “las enormes deudas oprimen y posiblemente arruinarán a las grandes naciones de Europa”.

El libro tiene imprecisiones propias de su época y argumentos que hoy parecen simples, pero nadie puede rebatir que el ahorro, la inversión y la expansión del comercio, así como las finanzas públicas sanas, favorecen la riqueza de las naciones.

Si todo esto lo sabemos desde hace más de 200 años, ¿por qué algunos políticos pretenden olvidar estos principios básicos de economía y prosperidad?