Si las reformas políticas son producto de las oportunidades, la clase dirigente en realidad parece estar satisfecha con el funcionamiento desigual pero vigente del sistema político priista. Por eso las elecciones de doce gobernadores y la Constitución del ex DF no serán de cambio sino de confirmación del mismo régimen elitista.
El problema es de legitimidad, un elemento arriba de la legalidad. Los procesos electorales se están decidiendo con 40% de participación electoral, pero con la presencia de cuando menos cuatro fuerzas importantes —PRI, PAN, PRD y Morena—, una media —Partido Verde— y dos chicos con capacidad de mover la balanza —Movimiento Ciudadano y Partido Nueva Alianza—, la primera fuerza minoritaria podrá tomar el control con poco menos de 30% de los votos.
El escenario de la fragmentación política ha estado deteriorándose en los últimos procesos electorales. En otros países —ahora mismo en España, y ya de suyo en Alemania— la fragmentación del sistema de partidos ha llevado a reformas para establecer el modelo de mayorías absolutas: no gobierna el partido que tenga más votos sino el que pueda armar —como primera minoría o minoría secundaria— una mayoría absoluta de 51 por ciento.
La fragmentación del sistema de partidos no ha sido producto de la consolidación de propuestas ideológicas sino de desprendimientos menores: Morena salió del PRD, Panal y Movimiento Ciudadano se formaron con ex priistas y el propio PRD se consolidó con ex priistas expulsados del partido porque los comunistas del viejo PCM prefirieron pasar a jubilación ideológica y convertirse a los estilos políticos priistas.
Las elecciones de gobernador en doce estados de la República van a reconfirmar el mismo sistema/régimen/Estado priista, pero ante la acumulación de evidencias de disfuncionalidad sistémica. Sea cual sea el resultado habrá dos nuevas características: la condición minoritaria del partido ganador y la falta de condiciones para acuerdos políticos.
En el ex DF las cosas son peores: el grupo de notables del jefe de gobierno del ex DF, Miguel Ángel Mancera, está configurado con cartuchos quemados, figuras sin calidad jurídica y otros solo por nombres que tienen que ver con equipo de campaña para el 2018. Y por si fuera poco, Mancera dijo que será una Constitución de izquierda, lo cual implicaría la exclusión de un centro-derecha mayoritario.
El sistema/régimen/Estado priista tronó en lo económico en 1976 con la devaluación, como sistema plural en 1982 con la expropiación de la banca, como acuerdo histórico en 1988 con la reforma neoliberal de Salinas, como pacto social en 1994 con levantamientos y asesinatos y como propuesta priista en el 2000 con la alternancia. Por tanto, el escenario de la gran reforma de sistema/régimen/Estado tuvo la mesa puesta en 2000.
Pero el PAN no pudo, el PRD se disolvió como partido y el PRI regresó por el poder sin propuestas de reformas. El mecanismo de la democracia procedimental de mayoría absoluta se perdió desde 1988 y es la hora en que el sistema político priista prefiere gobernar con minorías a reorganizar su estructura de gobierno.
¿Qué va a ocurrir? Nada. El sistema/régimen/Estado puede funcionar con minorías, pero estará incapacitado para reformarse: gobernarán las minorías por la fragmentación del voto.