Cambiar la estrategia económica o...

Hasta ahora la oposición y el Congreso han sido incapaces de abrir un debate sobre la caracterización de la crisis mexicana.

Crisis en México
Foto: Cuartoscuro
Carlos Ramírez
Columnas
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Si la crisis actual inflación-devaluación-desaceleración es igual a la de 1973 y posteriores, entonces algo anda mal en Dinamarca: el modelo de desarrollo y la política económica no garantizan un horizonte de estabilidad y bienestar. Por tanto, cada determinado tiempo la misma crisis recuerda que hay que cambiar políticas o padecer lo conocido.

El desafío es mayúsculo. México necesita crecer 6% promedio anual para generar el empleo formal a los 1.2 millones de mexicanos que se incorporan cada año por primera vez al mercado de trabajo. Esa tasa se alcanzó —aquí se ha escrito, pero hay que repetirlo— de 1934 a 1982; de 1983 a la fecha la tasa de crecimiento anual promedio ha sido de 2%, apenas un tercio de lo que se necesita.

La realidad de las cifras es dramática. Para recuperar lo perdido en el periodo de ajuste 1983-2016 México necesitaría tasas promedio anuales de 10% durante medio siglo. El saldo es grave: cuando menos una generación de mexicanos ha vivido en crisis: 1973-a la fecha. Y si no hay un cambio de política económica y estrategia de desarrollo, la expectativa más optimista será la de tasas de crecimiento económico promedio anual de 3.5%, poco más de la mitad de la que se necesita. Por tanto, seguirían aumentando los marginados del desarrollo y el bienestar.

El cambio de política económica y de modelo de desarrollo no implica incursionar en modelos caducos o populistas que contribuyeron al desequilibrio estructural de la economía. Tampoco profundizar el neoliberalismo o la globalización que no ha aportado soluciones. La clave —si hubiera alguna— estaría en cambiar la estrategia antiinflacionaria: pasar del enfoque monetarista de controlar la demanda al estructuralista de usar al Estado para pivotear la planta productiva. El monetarismo controla salarios y demanda para enfriar la inflación y el estructuralismo aumenta la oferta para que sea el crecimiento el que domine a la inflación. Los Estados Unidos de Obama salieron de la crisis de 2008 por el lado de dinamizar la oferta.

La estrategia mexicana actual radica en estimular la economía por el lado de la demanda, hasta que el impacto afecta la inflación y entonces se desacelera el PIB para enfriar la economía. Este ciclo de pare-siga crea a la larga una estabilidad precaria del crecimiento y tasas por debajo de las que se necesitan para una sociedad marcada por la pobreza, la marginación y la desigualdad social.

Opciones

Hasta ahora la oposición y el Congreso, donde se revisa la política económica, han sido incapaces de abrir un debate sobre la caracterización de la crisis mexicana.

Han pasado 53 años desde la crisis de 1973 por un choque petrolero externo y México sigue siendo víctima de choques externos y efectos desestabilizadores internos.

La semana pasada comenzó el ajuste a la baja de la meta del PIB establecida en los Criterios Generales de Política Económica para 2016 aprobados apenas en diciembre pasado: de una tasa promedio estimada de 2.7%, el primer recorte presupuestal por petróleo y especulación de tipo de cambio ya ha disminuido esa meta .7% y se podría esperar que la tasa final total sea de 1%. Habrá, eso sí, control inflacionario y enfriamiento del tipo de cambio, pero a costa de crecer menos y crear menos empleos.

O cambia la estrategia de desarrollo y la política económica o seguiremos hundidos en crisis coyunturales hasta el fin de los tiempos.

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