De pactos o reformas

Si se revisa a fondo el contenido del Pacto por México firmado por las tres principales fuerzas políticas con el nuevo presidente de la República, el primer dato que salta a la vista es su tardanza: un documento similar debió haber sido impulsado en 2000 para reformular el entonces anquilosado régimen priista. Por eso llama la atención que el PRI haya sido el impulsor de las demandas doce años después, reinstalado de nueva cuenta en Palacio Nacional.

Jesús Zambrano, Gustavo Madero y Cristina Díaz, dirigentes del PRD, PAN y PRI, respectivamente, con el presidente Enrique Peña Nieto. (Foto: NTX)
NTX
Carlos Ramírez
Columnas
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Si se revisa a fondo el contenido del Pacto por México firmado por las tres principales fuerzas políticas con el nuevo presidente de la República, el primer dato que salta a la vista es su tardanza: un documento similar debió haber sido impulsado en 2000 para reformular el entonces anquilosado régimen priista. Por eso llama la atención que el PRI haya sido el impulsor de las demandas doce años después, reinstalado de nueva cuenta en Palacio Nacional.

Los mandatarios del PAN no alcanzaron a entender el desafío de la alternancia: el primero, porque agotó su impulso con sólo llegar; y el segundo, porque aceptó ser arrinconado por la furia de Andrés Manuel López Obrador para disfrazar su derrota.

De todos modos, a lo largo de doce años el PAN nunca pudo entender la dinámica del cambio, a pesar de que los dos sexenios panistas tuvieron algunos aspectos de reforma política.

Algunas reflexiones críticas debieron hacerse al interior del equipo de trabajo de Enrique Peña Nieto. No sería la primera vez. Carlos Salinas de Gortari, por ejemplo, llegó a la Presidencia de la República por el camino tradicional del PRI, de la mano del proyecto de gobierno tradicional del PRI y con el mandato de mantener el Estado tradicional del PRI. Sin embargo, luego de un viaje a Europa donde se reunió con Mijaíl Gorbachov y el socialista Francois Mitterrand, Salinas de Gortari entendió la profundidad del cambio mundial que se avecinaba y regresó a México para impulsar la modernización del proyecto de desarrollo priista.

Deuda

Los estrategas de Peña Nieto parecieron haber entendido los sobresaltos económicos y la necesidad de reformular algunas partes del modelo de desarrollo. El Pacto por México es apenas, si se quiere, una pequeña parte de los cambios que se necesitan. En 1990 había un PRI tradicionalista cuya doctrina nacionalista operaba como un obstáculo de enorme magnitud para una integración económica y productiva. Las reformas salinistas se empantanaron en la lucha entre tradicionalistas y reformadores, aunque al final los primeros perdieron la batalla. Ahora en el PRI existen menos opositores a las reformas estructurales porque buena parte de ellos se pasaron al PRD y su proyecto neopopulista.

El desafío del desarrollo está determinado por una exigencia fundamental: empleo. Y el empleo sólo puede llegar si la economía mexicana crece a tasas mayores de 4% anual, sólo que con los datos de la racionalidad que indican que crecimientos del PIB superiores a 3.5% anual generarían presiones inflacionarias con la actual estructura productiva. Por tanto, la gran reforma productiva tiene que ver con decisiones que permitan remover los obstáculos para el crecimiento, todos ellos vinculados a las doctrinas ideológicas del viejo PRI.

El gran dilema del Pacto por México radicará en el mantenimiento de la herencia política del régimen priista o en la reformulación de una nueva doctrina del desarrollo. A ello contribuye el hecho de que el PRI se encargó, a lo largo de setenta y un años en el poder, de pervertir el proyecto derivado de la Revolución mexicana para asentarlo como un proyecto neopopulista sólo para mantener al PRI en el poder. El desafío mayor radica en la construcción de un nuevo paradigma ideológico que impida que la modernización hunda al país en el capitalismo salvaje, pero que también lo saque del pantano del neopopulismo redentorista y fundamentalista.

El Pacto por México es apenas el principio del debate de opciones de desarrollo que debe discutir el país y que le deben el PRI y el PAN desde la crisis de 1982 y la alternancia de 2000.

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