Mientras la política exterior de México sigue conduciéndose por la lógica del turismo, el mundo ha entrado a un replanteamiento de zonas de influencia más importante desde el desmoronamiento del imperio soviético en 1989. Y de nueva cuenta México sigue quedándose al margen.
La visita del Papa Francisco pareció carecer de una agenda geopolítica hasta que se dieron dos hechos importantes: antes de aterrizar en México, el prelado se reunió en La Habana en una escala especial con el líder ortodoxo ruso y seguramente no para mostrar una imagen de ecumenismo sino para decidir el futuro de Cuba.
La intención del Papa Francisco no fue secreta: el gobierno estadunidense de Barack Obama decidió olvidar más de medio siglo de confrontación ideológica y reanudó relaciones diplomáticas con el gobierno autoritario de los hermanos Castro, pero sin el apoyo del Congreso. En ese movimiento México se vio en la Luna, a pesar del papel estratégico de Cuba como su tercera frontera geopolítica e ideológica.
La visita del Papa a Cuba en dos ocasiones y sin cuestionar la violación de los derechos humanos dejó el indicio de que el Vaticano podría estar jugando las fichas de Vladimir Putin y la Rusia que quiere regresar como imperio y restaurar la Guerra Fría. Con astucia de águila imperial y ya no como pesado oso soviético, Putin ya puso su ficha en el futuro de Cuba. Y con habilidad, los hermanos Castro van a regatearle beneficios a Obama de nuevo con la carta de negociación de los rublos rusos que mantuvieron vigente a Cuba desde 1961.
Los pasos geopolíticos del Papa Francisco siguen los senderos abiertos por el Papa Juan Pablo II y su activismo, que contribuyó a usar a Polonia como factor de estallamiento dentro de la comunidad soviética del comunismo. La alianza Vaticano-Casa Blanca/Reagan tendría una segunda fase con la alianza Vaticano-Rusia en Cuba.
Problema
En este escenario hay que incluir la ofensiva nada diplomática del Papa Francisco cuando se enfrentó al precandidato republicano Donald Trump en un intercambio fuerte de adjetivos y lo hizo durante su visita a México y en la frontera con EU, como para que no dejara sombra de duda.
Lo que el gobierno mexicano no ha querido-podido hacer, con facilidad lo realizó el Papa, aunque dejando exhibida la no-geopolítica diplomática de México.
Los activismos de Juan Pablo II y Francisco en el juego geopolítico parecen querer superar la ausencia del Vaticano en el reparto del mundo en la Conferencia de Yalta en 1945, porque Stalin se opuso a la presencia papal con el argumento de que el Vaticano carecía de legiones militares y la guerra había sido militar, aunque en el fondo estaba el apoyo del Papa Pío XII a Hitler y su negativa a defender a los judíos masacrados en los campos y hornos alemanes.
La geopolítica y la seguridad nacional no solo han disminuido las soberanías, sino que han estrechado las diplomacias tradicionales. Al ingresar México en el circuito de la economía globalizada, norteamericanizada y de mercado, la diplomacia se dolarizó y la tradicional política exterior con intereses nacionales abandonó su papel en América Latina y de cara al endurecimiento de EU.
El problema es que la economía necesita de diplomacia activa, sobre todo en materia de petróleo, dólar y bloques económicos.