Si el Pacto por México aparecía casi como la última oportunidad para llegar a acuerdos legislativos a través de los partidos, las reacciones del PAN y el PRD a los resultados electorales del domingo 7 lo convirtieron en un rehén de la declinación en las votaciones.
Si se revisan las elecciones en 13 estados, el PRI en realidad no operó con sus aparatos electorales, porque la Secretaría de Gobernación dio la orden de evitar excesos.
Las quejas contra Veracruz y Quintana Roo en realidad están lejos de irregularidades electorales y se centraron en la forma en que el PRI dividió a la oposición, algo que sin duda es responsabilidad de los partidos afectados y no del PRI.
Las reacciones del PAN y del PRD al replantear el orden en los temas a desahogar en el Pacto nada tienen que ver con las prioridades nacionales y sí con la percepción de la oposición de que la viabilidad del Pacto a la larga va a fortalecer al PRI como el partido en la Presidencia de la República. Por tanto, PAN y PRD están pensando en frenar al PRI y no en impulsar las reformas nacionales.
Sin ser perfecto, y aún con su horizonte limitado a reformas estructurales, el Pacto se presentaba como el primer acuerdo entre las fuerzas políticas en torno de la necesidad de romper las estrecheces estructurales del viejo régimen económico y productivo.
España diseñó un Pacto —los de la Moncloa— más ambicioso que el de México y logró en cinco años incorporarse al club de los países más desarrollados de Europa; la ruptura de los Pactos de la Moncloa y del consenso por la transición tiene hoy a España en el umbral del Tercer Mundo.
Si el PAN y el PRD asumen su mayoría en alianza, tampoco les alcanzará para realizar reformas. Y el PRI no podrá lograr las modificaciones al desarrollo que requiere el límite de 3% de PIB promedio anual, cuando necesita más o menos 7% para dar empleo formal al millón 200 mil mexicanos que cada año se incorporan por primera vez al mercado de trabajo.
Problema
El Pacto por México apareció como la oportunidad de reorganizar el modelo de desarrollo, pero los problemas en los liderazgos del PAN y el PRD lo convirtieron en un rehén culposo del derrumbamiento electoral de la oposición. El mensaje que la oposición no ha querido asimilar y que la sociedad aún no quiere discutir es que el PRI ganó la presidencia el año pasado y arrasó en las locales del pasado 7 de julio sin mover al viejo aparato electoral de acarreo o condicionamiento del voto.
Ahí se localiza la preocupación del panista Gustavo Madero y del perredista Jesús Zambrano: el PRI puede ganar aun sin tantas trampas como en el pasado y la oposición batalla mucho para tratar de quedarse en el mismo lugar y frenar su retroceso. En este contexto, la batalla conceptual por la transición a la democracia parece haber sido perdida por el PAN y el PRD.
Lo malo es que secuestrar al Pacto en nada ayudará a la oposición en las próximas elecciones, pero el condicionamiento en el Pacto redujo este acuerdo a una moneda de cambio y con ello las posibilidades de reorganización del modelo de desarrollo se disminuyeron a la mínima expresión. Lamentablemente para el país, PAN y PRD se percataron de que el Pacto beneficiará más al PRI en el poder que a la oposición y por ello aumentaron los regateos.
Lo que queda al final es la percepción de que el PAN y el PRD por su lado difícilmente le ganarán al PRI y que las alianzas son coyunturales, porque se ve imposible un programa común. Ahí está el problema de la oposición, y no en el Pacto.