Parlamentarismo municipal

Ante la división del voto en tres fuerzas y el poder dividido en tercios, los legisladores están descubriendo el parlamentarismo, pero aun así no dejan de ser municipales.

Pleno de la Cámara de Diputados
Foto: NTX
Carlos Ramírez
Columnas
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Ante la división del voto en tres fuerzas y el poder dividido en tercios, los legisladores están descubriendo el parlamentarismo, pero aun así no dejan de ser municipales. Los conflictos en el Legislativo revelan que los partidos están dominados por el viejo funcionamiento legislativo del régimen priista.

Los legisladores se asustan de que las bancadas negocien entre sí y tratan de presentarlo como un delito; nada más lejano a la realidad. Si de verdad los partidos quieren buscar mayor fuerza al Legislativo y llegar incluso a los linderos del parlamentarismo, debieran saber que ahí es donde se dan las negociaciones fuertes entre los partidos.

El “intercambio de favores” no es una perversión sino que forma parte del funcionamiento de un Legislativo con fuerzas no mayoritarias.

Actualmente en México no existe una fuerza que por sí sola tenga la mayoría absoluta. En el Senado el PRI tiene 40.6% de las curules; el PAN, 29.6%, y el PRD, 17.2 por ciento. En la Cámara de Diputados las cosas andan más o menos igual: PRI, 42.4%; PAN, 22.8%, y PRD, 20.8%. Por tanto, las bancadas tienen que negociar y no llevar al Congreso a una parálisis.

Teorías

El sistema parlamentario tiene el modelo del logrolling o intercambio de favores, para poder aprobar las leyes.

En Gran Bretaña la distribución del poder es minoritaria: 47.3% de bancadas del Partido Conservador, 39.5% del Partido Laboral y 8.8% del Partido Liberal-Demócrata. Y en Estados Unidos la Cámara de Representantes registra una mayoría absoluta que requiere de acuerdos: 53.7% de republicanos y 46.3% de demócratas.

Para aprobar leyes se requieren, pues, negociaciones. El logrolling es el mecanismo: un legislador busca el apoyo de un colega de otro partido, a cambio de votar él a favor en alguna otra ley o programa. Sin ese mecanismo sería imposible el funcionamiento legislativo, donde se hacen justamente las leyes. El modelo ha sido estudiado por la ciencia política en el libro Los motivos del voto, del economista y politólogo Gordon Tullock, uno de los teóricos del modelo denominado la teoría económica de la democracia.

Así que la teoría de las conspiraciones respecto de los acuerdos entre partidos para aprobar leyes sería leyenda urbana. En todo caso, los minoritarios-minoritarios son los que se rasgan las vestiduras porque los tres principales partidos se ponen de acuerdo entre ellos: las leyes y programas necesitan la mayoría absoluta de 51% mínimo para aprobarse y de la mayoría calificada de dos terceras partes (67%) para reformar la Constitución.

El PAN y el PRD no pudieron obtener mayoría absoluta luego de la derrota del PRI en 2000 y los priistas perdieron la mayoría absoluta en las elecciones legislativas de 1997, además de perder la mayoría absoluta en las presidenciales desde 1988. La fragmentación política del país exige acuerdos entre las tres principales fuerzas, aunque a veces se llegue a situaciones inéditas: alianza PRI-PRD en reforma fiscal y PRI-PAN en reforma energética.

Los acuerdos serían, en este escenario, uno de los factores de la nueva democracia, pero a condición de abandonar los aspavientos o las acusaciones conspirativas. En todo caso, el PAN y el PRD necesitan de mayor madurez y tino en sus propuestas y de mayor alcance en sus negociaciones, porque hasta ahora esos dos partidos operan al ritmo del PRI.

Para arribar al parlamentarismo, los partidos deben madurar primero. Y hasta ahora el parlamentarismo mexicano está en pañales.

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