LEGISLATIVO: HISTORIA Y MODERNIDAD

Una práctica que se resume en dos palabras, pero representa una nueva era: sesiones virtuales.

Claudia Ivett García
Columnas
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¿Está cambiando la manera de legislar en México? Evidentemente la evolución de cualquier sistema está supeditada a los factores externos, y en este caso la contingencia sanitaria que actualmente vivimos a escala mundial ha llevado a los congresos del siglo XXI a buscar nuevas maneras de hacer las leyes.

Por ello es importante hacer un recuento de cómo ha cambiado la forma de legislar en nuestro país, en aras de entender el rumbo que las prácticas parlamentarias asumirán para dar continuidad a los esfuerzos que por casi dos siglos se han mantenido.

El 24 de febrero de 1822 nació propiamente el Poder Legislativo en México, que votó la siguiente declaración: “La soberanía nacional reside en este Congreso Constituyente”. Este Congreso abría las puertas a las tendencias republicanas e iba en contra de las ambiciones de Iturbide.

En 1824 el Congreso Constituyente elaboró la Primera Carta Magna de la República Mexicana. A este Congreso pertenecieron republicanos federalistas que formaron mayoría, quienes llegaron a establecer nuevas bases ideológicas con importantes reformas legislativas. Podemos considerar como algunos de sus primeros logros la extinción de títulos nobiliarios, las bases para el Reglamento de la Suprema Corte de Justicia y la creación de los Juzgados de Distrito. En este Congreso Constituyente participaron legisladores como Valentín Gómez Farías, Melchor Múzquiz y Servando Teresa de Mier.

Casi 200 años han pasado y la historia nos permite analizar momentos que a la distancia parecen inconcebibles. Tal es el caso, por ejemplo, de sucesos parlamentarios como la supresión del Senado, que fue eliminado en la Constitución de 1857. Tuvieron que pasar 18 años y la visión del gran estadista que fue Lerdo de Tejada para la restauración del bicamarismo y su eminente función constitucional.

La historia del Poder Legislativo en México registró en 1917, el 5 de febrero, la promulgación de la Constitución que actualmente nos rige. Un suceso que tuvo lugar en la ciudad de Querétaro, tras la vindicta revolucionaria que arrojó de la silla presidencial a Victoriano Huerta, quien había incluso llegado a la disolución del Congreso de la Unión. Todo ello se logró no sin una serie de persecuciones, desapariciones y asesinatos de legisladores como el caso del senador Belisario Domínguez, ultimado el 7 de octubre de 1913.

Renovación

La historia y la forma de legislar en México nos llevan a continuar este recuento. Tres hechos legislativos históricos sucedieron en esta cronología. Los representantes populares de 1929, 1938 y 1942, integrantes de las Legislaturas XXXIII, XXXVII y XXXVIII, respectivamente, tuvieron la misión histórica de intervenir respecto de los tres hechos determinantes en nuestra historia política contemporánea: la autonomía de la Universidad Nacional de México, la nacionalización de la industria petrolera y la suspensión de garantías con motivo del estado de emergencia en la Segunda Guerra Mundial.

El legislativo en esta sucesión evolutiva ha acompañado los anhelos de transformación social y económica, así como el perfeccionamiento (siempre necesario) de nuestro sistema electoral.

Durante este transitar del siglo XIX al XXI podemos observar decisiones de una trascendencia incalculable. Pero ¿qué se vislumbra en este nuevo siglo como una constante de renovación? Sin duda, la tecnología.

Somos testigos de tiempos insospechados en los que las cámaras federales y los congresos locales escriben nuevamente importantes páginas de la historia a través de una práctica que se resume en dos palabras, pero que representa una nueva era: sesiones virtuales. Hasta el momento doce legislaturas locales han transitado a esta práctica, buscando certeza jurídica para este ejercicio que en tiempos de pandemia sanitaria predomina a escala mundial. Qué lejos quedaron aquellos tiempos en los que había que buscar sedes alternas, y legislar, por ejemplo, en Querétaro, donde tomaron forma los hoy indispensables artículos 27 y 123 de nuestra Constitución.

La pregunta es: ¿permitirá el aderezo tecnológico conservar la elocuencia parlamentaria?