REFORMISMO ELECTORAL EN MÉXICO

“La vía para la configuración del Estado de Derecho es precisamente la constante adaptación de las reglas”.

Claudia Ivett García
Columnas
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Entender el porqué y el para qué de cada transformación y adaptación de nuestro marco legal es información que como sociedad necesitamos conocer y tener clara para seguir fortaleciendo nuestra democracia.

Entre 1977 y 2014 México concretó once reformas electorales. Algunas de las más recientes significaron importantes logros. La reforma de 2002 estableció cuotas de género en candidaturas legislativas, lo que posteriormente abrió la puerta a la era de la paridad de género que hoy vivimos. La reforma de 2003 elevó los requisitos para formar partidos políticos y la de 2005 reguló el voto de los mexicanos en el extranjero. Sin embargo, todo sistema es perfectible.

La vía para la configuración del Estado de Derecho es precisamente la constante adaptación de las reglas. ¿Habremos por fin llegado al momento de un nuevo ajuste de las reglas electorales en México? ¿Se configura ya una reforma electoral?

Urge que nuestro país fortalezca su sistema electoral. Urge que nuestras autoridades en este ámbito se manejen en el terreno de la legalidad. Urgen procesos más eficientes y transparentes. Llegó el momento de simplificar las reglas para que las autoridades electorales no se contradigan en su interpretación.

Necesitamos conjugar democracia y libertad. Libertad a votar y a ser votados, a ser electos para un cargo de representación popular.

Maquinaria

Los avances alcanzados en materia electoral en México no deben entenderse como hechos aislados sino como el resultado de un movimiento progresivo. Cada reforma electoral debe ser entendida como una pincelada más en el diseño de nuestro perfil constitucional.

Desde 1946, cuando se creó la Ley Federal Electoral que prácticamente institucionalizó los procesos electorales en México, ha quedado demostrada la importancia del reformismo en este ámbito.

Es tarea del Poder Legislativo y de la sociedad a través de la democracia participativa el procurar un equilibrio entre las fuerzas de resistencia al cambio y las fuerzas transformadoras, entre el pasado y el presente.

Si en verdad existe un compromiso por mejorar nuestro sistema electoral debemos conocer la génesis, la evolución y el estado actual que guarda nuestra legislación, para tener la capacidad de discernir entre aquello que debe preservarse y aquello que merece un ímpetu reformador.

Merecemos una maquinaria electoral eficiente, moderna y, sobre todo, ciudadana.