CRUZ AZUL Y PUMAS, DOS DECEPCIONES

“Lo que parecía un buen proyecto se ha convertido en una pesadilla”.

Cristopher Rivera
Columnas
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Todo iba viento en popa para Cruz Azul y la UNAM hasta no hace mucho, prácticamente un par de días, cuando estaban convertidos en dos equipos protagonistas del futbol mexicano capaces de competir con alegría en la cancha, de llenarle el ojo a sus más exquisitos aficionados… pero todo cambió en un santiamén y hoy estas dos instituciones están en crisis gracias a que sus líderes toman decisiones poco acertadas.

En el caso particular de Cruz Azul existe una profunda depresión corporativa, puesto que la cooperativa que es dueña del club se encuentra desde hace unos años en una lucha de poder encarnizada que deriva en disturbios que lamentablemente cobraron ya incluso las vidas de personas. ¡De ese tamaño!

Si bien es cierto que en su momento, y en medio del torbellino, el exentrenador de este equipo, Juan Reynoso, logró enfocar a sus jugadores hasta obtener el tan anhelado título de liga que se les había negado una y otra vez, también es verdad que el entorno se descomponía cada día más hasta que estalló la bomba. Todos esos conflictos de la cooperativa Cruz Azul alcanzaron ya el aspecto deportivo y de estar en las nubes ahora están a ras de suelo.

Entre tantos líos, comenzaron también las diferencias en la parte directiva del club. Primero Álvaro Dávila: hacía un buen trabajo en la parte deportiva pero se fue de manera inexplicable. En su lugar regresó Jaime Ordiales, quien se quedó corto. Hoy Ordiales es el director deportivo de selecciones nacionales y dejó a un Cruz Azul todavía más desamparado y, al parecer, sin capacidad de reacción.

Destruyeron al Cruz Azul campeón de hace un par de torneos; lo desalmaron; por eso América les metió siete goles y corrieron a un técnico que nunca se pudo adaptar, Diego Aguirre.

Sinónimo

De otro lado, Pumas no canta mal las rancheras. El equipo que dirige Andrés Lillini caracterizaba por ser garrudo, entregado y con buen sentido futbolístico. Sin embargo, esa personalidad a la hora de competir que parecía inquebrantable no existe más en el equipo Universidad.

Y aunque creo que en lo general el proceso del profesor Lillini al frente de Pumas ha sido bastante bueno, actualmente parece un entrenador confundido, traicionando esa fórmula que en torneos pasados le había funcionado de maravilla. Hoy el estratega auriazul ya no confía en los jóvenes como antes; además, increíblemente, le cuesta trabajo modificar sobre la marcha en los partidos y me da la sensación de que eso es gracias a que se le alborotó el gallinero, es decir, no ha sabido controlar un vestidor tan pesado, lleno de líderes como el brasileño Dani Álves y los argentinos Eduardo Salvio, Gustavo del Prete, Juan Dinenno y Nicolás Freire.

Ante la falta de lectura en momentos clave de un partido por parte del cuerpo técnico, de no querer modificar por miedo o por lo que sea, Pumas atraviesa una crisis. Por eso Barcelona le metió seis goles, América tres y Santos cinco.

Todo lo que parecía un buen proyecto deportivo para Universidad en el actual torneo, se ha convertido en una pesadilla.

Así, entonces, Cruz Azul y Pumas son sinónimo de decepción.

Este cambio no lo han impulsado los titulares de la Secretaría de Educación Pública (SEP), la institución forjada por José Vasconcelos hace un siglo para construir un sistema nacional de instrucción que escapara a la negligencia y el abandono de los gobernadores y generales posrevolucionarios. La maestra Leticia Ramírez Amaya puede ser la mayor especialista del mundo en educación, pero de poco servirán sus esfuerzos, y su reconocida honestidad personal, si el futuro de la educación permanece en manos de ideólogos como Luciano Concheiro, el subsecretario de Educación Superior que afirma que México debe llegar a tener un gobierno comunista, o Marx Arriaga, el director de Materiales Educativos, que ha sido el verdadero arquitecto del nuevo modelo educativo. Arriaga lleva en su nombre de pila, Marx, su visión ideológica. Asevera que el modelo educativo actual debe ser erradicado porque promueve el neoliberalismo y se utiliza como “moneda de cambio” para la “legitimación de la diferencia, del clasismo y de la supuesta movilidad social”.

Uno pensaría que promover la “movilidad social” es positivo en un país con tanta pobreza como el nuestro. Es lo que proponía Blair en el Reino Unido, con la convicción de que solo la educación permitiría a los marginados pasar a formar parte de la clase media. Pero nuestros políticos no creen en la movilidad social. Lo dijo Yeidckol Polevnsky, quien fue presidenta de Morena: “Cuando sacas a la gente de la pobreza… se les olvida de dónde vienen”.

Arriaga pretende, con su nuevo modelo educativo, eliminar la posibilidad de que los marginados puedan escapar de la pobreza e ingresar a las clases medias aspiracionales: “Podría señalar”, ha dicho, “centenares de problemas sociales que el modelo neoliberal, meditiocrático, conductista, punitivo, patriarcal, racista, competencial eurocéntrico, colonial, inhumano y clasista ha generado”. Con su modelo quiere que los pobres dejen de esforzarse para superar la pobreza. Quizá sea políticamente conveniente, pero es fundamentalmente inhumano.