Como todos saben los tiempos actuales no son nada agradables en términos económicos y en el deporte global se presenta una crisis muy importante gracias a la pandemia, que aún da mucha lata.
En el caso del futbol mexicano sé de muy buena fuente que hay equipos de primera división al borde del colapso, con el cinturón casi reventado, pero tienen fe en que las cosas pronto volverán a ser medianamente como antes. ¡Y ahí van!
Sin embargo, el mañana no se parecerá a lo de ayer si no imperan los criterios correctos y cambian las formas de negocio entre los dueños del balón, es decir: las instituciones tienen que ser sumamente estratégicas y con disposición de darle otro sentido a sus mercados para paliar la difícil situación gestada.
Para como están las cosas uno de los modelos de negocio que considero necesitan tener más impulso es la producción y venta de jugadores mexicanos al extranjero. Ese ejercicio ha demostrado ser noble y rentable. Si no, pregúntenle al grupo de Orlegi Deportes, propietarios de Santos Laguna y Atlas.
Orlegi Deportes ha conseguido, sin saber que se iba a atravesar la pandemia, una contención económica importante, misma que seguramente les ayuda en estos momentos de crisis. Ese colchón de capital de Orlegi derivó primero en la formación de jugadores mexicanos; después con la detección de talentos nacionales y extranjeros de otros equipos para luego consolidarlos y venderlos a otras ligas del mundo. Lograr que ese mecanismo funcione en un futbol mexicano que sigue siendo extremadamente importador tiene un mérito tremendo.
En un estudio publicado esta semana por parte de los colegas de Marca Claro se daba a conocer que Santos, con ese modelo de negocio formativo y de detección de talentos, alcanzó ganancias en los últimos años por encima de los 50 millones de euros. De hecho, el último gran éxito del equipo lagunero se dio apenas el lunes pasado, al presumir que vendieron al joven lateral Gerardo Arteaga al equipo Genk de la liga de Bélgica por una cifra de 3.5 millones de dólares.
Estabilidad
De tal manera que, hoy más que nunca, las diferentes instituciones del futbol mexicano se tienen que dar cuenta de que la mina de oro, pero sobre todo la estabilidad económica en tiempos de cólera, la pueden conseguir si saben operar sus llamadas fuerzas básicas; y si tienen ese ojo clínico para adquirir de otros clubes elementos que cuentan con capacidades magníficas que otros no ven, mejor aún.
La nueva normalidad del futbol mexicano será la austeridad. Despilfarrar el dinero ya no es opción. Y fíjese que eso me da mucho gusto, porque la mayoría de los clubes antes de comprar a un jugador extranjero que les va a seguir costando millones de dólares voltearán a ver a sus canteranos para solucionar los problemas deportivos, lo que traerá como consecuencia un buen ritmo de debuts de jugadores, su maduración, y posteriormente su venta a otras latitudes.
¡Y así, pian pianito, hasta alcanzar una economía balanceada!