RÁFAGAS DE OLVIDO

Cristopher Rivera
Columnas
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Érase una vez un deporte llamado basquetbol que en México llegó a ser el más importante de todos, el más sobresaliente de carácter internacional y hasta el más practicado en el país, por encima del beisbol y el futbol.

Tuvo sus tiempos mozos el deporte ráfaga mexicano, ese que dominó en todos los aspectos durante décadas completas, como en los veinte, cuando el baloncesto nacional obtuvo sus primeros resultados positivos a escala mundial. Pocos recuerdan la victoria ante Cuba en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en 1926, pero fue la catapulta al protagonismo total.

La pasión por el basquetbol en nuestro país alcanzó niveles categóricos, lo cual llevó a que en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 el representativo verde, blanco y rojo obtuviera la primera medalla olímpica en un deporte de conjunto. La Selección Mexicana de Baloncesto se colgó el bronce luego de derrotar a Polonia, país que en ese momento se consideraba uno de los más desarrollados en la disciplina.

Era todo color de rosa. En las escuelas públicas y las primeras privadas no se practicaba otra cosa que no fuera basquetbol. Fuera de las aulas la chaviza se iba a las canchas de la colonia o del barrio a encestar por horas el balón en una canasta. Era una chulada aquello: era el deporte predilecto para hombres y mujeres.

Llegó a tener tan buena reputación el basquetbol entre los mexicanos que era sinónimo de triunfo, algarabía, sana convivencia… En fin. Y por si fuera poco en el maravilloso mundo del baloncesto que se practicaba en el país se atravesó la designación olímpica a México para los juegos de 1968.

En aquel entonces el presidente del Comité Olímpico Mexicano era Jesús Clark Flores, quien de inmediato propuso contratar a los mejores entrenadores disponibles en el extranjero. Uno de ellos era Lester Lane, coach estadunidense que se enamoró del proyecto entregándose en cuerpo y alma a la selección mexicana. Los resultados fueron formidables: primero se ganó el Centrobasket de 1966; posteriormente la medalla de plata en los Juegos Panamericanos de 1967, y un loable quinto lugar en la justa veraniega desarrollada en casa.

Hasta que…

En 1972 murió Lane. Poco después Jesús Clark. Y a partir de ahí en las entrañas del basquetbol mexicano las cosas se empezaron a descomponer ya que los nuevos dirigentes del deporte ráfaga de antaño y actuales no han hecho otra cosa más que ver por sus intereses, destruyendo el trabajo y los cimientos que daban para obtener buenos resultados; pero sobre todo para que el descubrimiento de grandes jugadores fluyera sin inconvenientes a nivel nacional.

Todo eso se acabó y a la fecha es una vergüenza cómo manejan el basquetbol mexicano, ese que ha tenido destellitos en los últimos 15 años pero del mapa está casi desaparecido.

Hoy todo lo hacen mal a nivel dirigencia en el basquetbol, al grado de que hay dos bandos que luchan por hacerse del timón. Eso ha llevado, por ejemplo, a que la Asociación Deportiva Mexicana de Basquetbol (Ademeba) fuera sancionada por incumplimiento a sus obligaciones como Federación Nacional Miembro; en otras palabras no cumplió con los registros de estatutos a pesar de reiteradas solicitudes.

Dicha sanción duró cerca de ocho meses hasta que a principios de noviembre de este año se “levantó” el castigo. Y se “levantó” porque Xóchitl Lagarda Burton renunció como presidenta de Ademeba, es decir, a FIBA no le convenía que Lagarda estuviera en el puesto. ¡Ya sabe, grilla de la buena!

Total que gracias a ello México, con una selección totalmente improvisada por tantos problemas, disputó hace unos días los partidos clasificatorios de FIBA AmeriCup, donde le ganó a la potencia Puerto Rico y perdió con la cara en alto ante Estados Unidos. Otra potencia, por cierto.

¡Y así el deporte de las canastas! Aunque el romance entre los mexicanos y el basquetbol parece eterno, no existe voluntad por regresar al camino del éxito en esta bella disciplina, esa que un día unió y que hoy nos tiene y la tenemos en el olvido. Por eso no habrá basquetbol mexicano en Tokio 2021.

Colorín colorado.