CONTACTO FAMÉLICO

En dos metros cuadrados de piel se acumulan cinco millones de terminaciones nerviosas.

Daniela Suárez Roel
Columnas
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Pero más, más ternura trae la caricia. Lentas, las manos se demoran, vuelven, también contemplan.

Jorge Guillén

En este mundo afortunadamente podemos experimentar diferentes sensaciones; algunas simples y otras más complejas. Desde la plenitud al comer alimentos deliciosos, llorar mientras vemos una puesta de sol, sentirnos extasiados al escuchar una pieza musical hasta sentir escalofríos con un abrazo. Cada una es especial, única e irrepetible. Sin embargo la falta de estas nos pueden hacer sentir un poco más vacíos. Sobre todo la última: en la medida en la que perdemos contacto con otro ser humano experimentamos algo que quizá se escuche totalmente extraño pero en verdad es más común de lo que pensamos: el hambre de piel.
El hambre de piel es un fenómeno que se presenta cuando somos privados del contacto con otro ser humano. Es la necesidad biológica de obtener contacto físico. Es lo que le sucede a los ancianos, a los bebés que están en incubadoras y muy probablemente a las personas que hoy se encuentran totalmente aisladas por el confinamiento. En algunos otros textos he hablado del poder del abrazo: resulta que el contacto de la piel se asemeja también. De acuerdo con información de Infobae, en dos metros cuadrados de piel se acumulan cinco millones de terminaciones nerviosas, mismas que nos ayudan a interactuar con nuestro entorno y así podemos aprender de este. Entonces ¿qué sucede cuando estas terminaciones no tienen contacto con nada más? Por lo general el sistema inmunológico comienza a decaer y nos deterioramos tanto física como emocionalmente.

De acuerdo con Tiffany Field, directora del Instituto para la Investigación del Tacto en la Universidad de Miami, “cuando tocamos piel se estimulan los sensores de presión subcutáneos que envían mensajes al nervio vago (dentro del cerebro). Entre más se acelera la actividad del vago, la actividad del sistema nervioso disminuye, el ritmo cardiaco y la presión bajan, y el cerebro se relaja”.

La experta asegura que el tacto también nos ayuda a que se desprenda oxitocina, la hormona que se produce durante el enamoramiento, el sexo y el parto; misma que nos ayuda a que formemos vínculos importantes.

Paliativos

Durante el confinamiento Field y su equipo han realizado encuestas de bienestar a 100 personas. Y de acuerdo con algunos resultados publicados en la revista Wired 26% de los participantes siente que se le ha privado del contacto, mientras 16% lo siente de manera moderada. Sin embargo 97% ha presentado disturbios al dormir.

“Al mover la piel se incrementa la serotonina, pero niveles bajos de ella se vinculan con insomnio, ansiedad y depresión. Si mueves la piel antes de ir a dormir tendrás un sueño más profundo”, explica la experta.

Si bien no es fácil obtener contacto mientras te encuentras aislado, Field asegura que hay maneras de mover la piel. Recomienda caminar descalzo dentro de la casa para estimular los receptores de los pies, darse un buen masaje en el cuero cabelludo y aplicar crema hidratante en el rostro.

Aunque de ninguna manera estas acciones sustituyen el contacto humano ayudan a estimular los receptores de la piel y palían la sensación de ausencia aunque sea por unos momentos.