CRÍTICA CALLADA

“Muchas veces titubeamos al dar retroalimentación a los demás”.

Daniela Suárez
Columnas
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Quien se enfada por las críticas reconoce que las tenía merecidas.

Tácito

Las críticas siempre son difíciles. Y más cuando uno es quien las recibe. Sin embargo las críticas no siempre deben ser negativas, sino que también existen las constructivas que reflejan pequeños cambios positivos o reflexiones que nos pueden ayudar a mejorar tanto en un ámbito personal como en uno laboral, social y hasta familiar. Pero algo es verdad: de pronto es difícil pensar tanto en dar como en recibir alguna crítica constructiva, ya que a nadie nos gusta recibir críticas aunque sean bien intencionadas, porque también es fácil que nos sintamos incómodos a la hora de dar un tipo de retroalimentación a alguien más.

En un estudio nuevo que publicó el Journal of Personality and Social Psychology un equipo de investigadores descubrió que las personas muchas veces titubeamos al dar retroalimentación a los demás porque simplemente minimizamos de forma automática cuánto es que las personas quieren recibir una crítica constructiva a pesar de que esta pueda ser de un mayor beneficio.

Los expertos partieron de la base de preguntas sencillas como: si yo tuviera una mancha en la camisa o un poco de comida en los dientes y voy a dar una presentación, me gustaría que alguien me dijera esto antes de iniciar. ¿O no?

Y lo más extraño de todo es que a pesar de que quizá muchos de nosotros preferiríamos que alguien nos avisara, tal vez si vemos que un compañero va a pasar por esta situación evitemos decírselo.

Temor

Nicole Abi-Esber, una estudiante de doctorado en Comportamiento Organizacional en la Universidad de Harvard, y sus colegas condujeron un primer estudio en el campus para conocer la propensión de las personas a dar una crítica constructiva. Le pidieron a una asistente de investigación que hiciera encuestas mientras tenía una mancha de chocolate o de labial muy visible en la cara. De las 212 personas que contestaron la encuesta, 155 indicaron que habían visto algo en su cara (esta era una de las preguntas dentro de la encuesta) y sorprendentemente solamente cuatro le dijeron esto a la entrevistadora.

Es decir, únicamente 2.6% de los participantes le comentó a la encuestadora que tenía una mancha en la cara.

Después de esto el equipo realizó otros cinco experimentos a casi dos mil participantes para medir hasta qué punto la gente subestima el deseo de los demás de recibir comentarios constructivos. En algunos las pruebas tenían como base entornos laborales, mientras que en otros los expertos involucraron a personas más cercanas, como parejas o compañeros de piso. En la mayoría de los ejercicios los participantes subestimaron el deseo de los demás de recibir retroalimentación, sobre todo en lo que se refiere a situaciones más recurrentes, como sonar grosero en los correos electrónicos o cometer un error en una presentación.

En general, los expertos encontraron que algunos preveían que proporcionar retroalimentación les haría sentirse incómodos, otros creían que su retroalimentación tenía poco valor y estos a la vez se sentían propensos a subestimar el deseo de retroalimentación de los demás.

Quizá todos tenemos miedo de dar retroalimentaciones por temor a recibirlas de regreso, pero considero que entre más ejercitemos la comunicación positiva, sobre todo en ambientes que nos podrían hacer mejorar distintas relaciones, si pudiésemos brindar apoyo constructivo, ¿por qué no hacerlo más seguido?