LOS FERROCARRILES DE MÉXICO, OTRO DESASTRE NACIONAL

Según informes de la industria del ferrocarril de carga este año es el peor de la década.

Félix Fuentes
Columnas
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Hasta el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León lo que quedaba de los ferrocarriles pertenecía a nuestro país y eran posibles los transportes de carga. Quedaban, todavía, algunas líneas de pasajeros.

En 1995 anunció Zedillo la privatización ferrocarrilera. Para entonces había concesionado, un año antes, las líneas del noreste y parte de las del centro. Tan nefastos obsequios a empresas yanquis —calificados así por críticos de entonces— continuaron en los dos siguientes años.

Diputados y senadores de la LVI Legislatura se quedaron como simples espectadores. Ni pío dijeron a Zedillo. E igual se comportaron con el nefasto Fobaproa.

En estos días crece el saqueo ferroviario. Los cárteles del país y delincuentes en general, sin faltar los autonombrados normalistas o los miembros de la voraz CNTE, bloquean vías y remueven rieles para frenar a los trenes y hurtar todo género de mercancías, sin faltar los productos químicos y los materiales de construcción.

La semana pasada leímos que estaban varados dos mil 200 vagones transportadores de 500 toneladas de químicos, 17 mil 500 toneladas de materiales para ser fundidos y grandes volúmenes de mercancías en peligro de descomposición.

Freno

Según informes de la industria del ferrocarril de carga este año es el peor de la década actual debido a los bloqueos realizados por la delincuencia. Reconoce que los hurtos a los trenes han disminuido 40%, pero ni esto compensa las pérdidas por los bloqueos: la misma industria hizo ver que en este año ha padecido 64 días de bloqueos, prácticamente el mismo número de incidentes sufridos en todo 2019.

Es decir, los latrocinios ferrocarrileros ocasionan cuantiosas pérdidas a diversas industrias comerciales y a consumidores afectados por el freno en cadena contra negocios productivos.

Las acciones delictivas en agravio de los ferrocarriles se han convertido en filones de oro para la delincuencia. Esto no tiene mucho tiempo y recuerdan los afectados que las iniciaron los “normalistas” de Michoacán y pronto fueron imitados por sus congéneres de Guerrero y Oaxaca.

Los guerrerenses, en particular los de Ayotzinapa, se iniciaron en secuestros y robos de autobuses, habiendo sufrido su peor desdicha en la matanza de 43 jóvenes hace cinco años. Esa investigación continúa o fingen continuarla autoridades de Gobernación y de la FGR. En ese lustro han aprovechado, como se ha visto, los efectos mediáticos.

Sin embargo asuntos como el tráfico de drogas y los robos a los ferrocarriles padecen el desdén y seguirán atorados durante lustros. Es la tónica actual, como dirían los viejos políticos.