No sé por qué esto me recuerda a Don Quijote lanza en ristre contra los molinos de viento, a los que confundió con gigantes malosos: Barack Obama acaba de lanzarse contra las criptodivisas tipo bitcoin en un discurso sobre la “necesidad de seguridad nacional” de que el gobierno tenga la llave maestra para entrar, cuantas veces se le pegue la gana y en cualquier momento, en cualquier iPhone, Smartphone o similares: “Obama no quiere que traigas una cuenta bancaria suiza en tu cartera” (http://bitcoinist.net/obama-swiss-bank-wallet/).
Si el gobierno “no tiene manera de romper esos códigos, entonces es como si todo mundo anduviera por ahí con una cuenta bancaria suiza en su bolsillo”, dijo muy alarmado.
Sin embargo, los más alarmados somos quienes creemos en el derecho a la privacidad. Y lo que nos alarma es ver que a Obama le alarme que los individuos puedan conservar siquiera un vestigio de esa privacidad que es un derecho natural.
Pero veo esta tremenda contradicción. Por un lado, quieren implantarnos un chip que contenga toda nuestra información personal, médica, laboral, académica y, por supuesto, financiera. Pero, por el otro, les molesta la idea de que nuestros móviles contengan un chip similar y todavía menos sofisticado. O sea: lo que les alarma a los controladores no es que el registro de todo esté en la mente de cada quien (puesto que el chip es exactamente eso), sino que el dominio de dicho chip lo tengamos nosotros mismos sobre nuestra propios datos y no ellos sobre dichos datos.
El problema no está en la tecnología, sino en a quién sirve la tecnología: a la persona o a los sedicentes dueños de esa persona. El dilema es simple: libertad o esclavitud, un sistema democrático o un régimen totalitario.
Molinos electrónicos
Pero el asunto no llega ni a problema. Hasta donde lo entiendo (y no es mucho, la verdad, aunque llevo meses tratando de comprender esta cuestión) las criptodivisas tipo bitcoin no pasan de ser una más de las enemil fantasías etéreas que la virtualidad ha creado para entretener los sueños de riquezas inasibles, portátiles y anónimas de la mente etérea. Por esta parrafada ilegible quiero decir que todo el asunto es una mera vacilada para apantallar ingenuos con una danza de bits sin existencia real. Como podrá verse en el instante que un EMP (Electro Magnetic Pulse) descargue su furia sobre esta pobre civilización hiperdependiente.
Es decir, las criptodivisas (y en general todas las muy diversas técnicas de encriptado) son, en un sentido casi literal, “enemigos” tan ilusorios como los molinos de viento de Don Quijote (sin mengua de sus poderes reales). Y no sé qué tanto de lo mismo podría decirse de la amenaza terrorista-narco-lavadora, los hackers de todos tan temidos y demás fauna nociva y superinflada. No puedo evitar preguntarme cómo vería hoy Sancho este tema y sus varias manifestaciones.