Esto de verdad me sorprende. Un pensador a quien yo tenía por sereno, Bill Bonner, se une a las filas de nosotros los catastrofistas. Pero conste, no es una hipótesis conspiranoica. No hay detrás de ella un villano favorito sino tan solo datos duros, y la posibilidad que esboza perfila una amenaza económica mucho más peligrosa que incluso los niveles desorbitados de la deuda global que según McKinsey, oficialmente, ya pasó la marca de los 200 anglotrillones de dólares.
Eso es 57 anglotrillones más que en 2007 y equivale a 286% del PIB mundial (mucho más de lo que la economía real puede soportar).
Esa amenaza al sistema financiero es una que “casi nadie imagina y mucho menos anticipa”. Bonner recurre al símil de los tsunamis. La dinámica de este fenómeno es conocida: primero el mar se retira hasta distancias inéditas y luego se deja venir en un monstruoso muro de agua que arrasa con todo. ¿Recuerdas, por ejemplo, el terrible tsunami en el sudeste asiático en 2004? En cuanto el agua comenzó a retirarse, los pescadores locales corrieron despavoridos hacia las alturas, en tanto que los turistas europeos aprovecharon la oportunidad y se adentraron en la playa repentinamente descubierta para recoger conchitas.
El saldo de aquel tsunami fueron miles de personas muertas, miles de millones de dólares en daños y una severa abolladura a la industria turística de la zona.
No hay dinero suficiente
Lo que imagina Bonner es que un fenómeno semejante puede ocurrir en el terreno monetario. Hoy esto parece imposible de concebir y difícil de entender, acepta Bonner, pero el hecho es incontrovertible: simplemente no hay en el sistema gringo dinero suficiente. El monto de M2 (que mide la cantidad de billetes y monedas en circulación, los depósitos bancarios y cuentas en el mercado de dinero) anda por los 17 anglotrillones. Pero de ese monto solo 1.3 son dinero en efectivo, y de ese monto se estima que solo la mitad circula en territorio gringo.
“Lo que hoy usamos como dinero —añade Bonner— es principalmente crédito que existe como unos y ceros en registros electrónicos. Nunca lo vemos, tocamos, sentimos, ni se nos escurre detrás de los cojines del sofá”.
Los bancos obtienen utilidades (jugosas utilidades) mediante la creación de crédito y consecuente cobro de comisiones e intereses. Este es un gran negocio, pues no les cuesta casi nada crear estos créditos del aire y por eso nuestra sociedad nada en deudas de todos hacia todos. Pero algo que a veces se nos escapa es que nuestro extrañísimo sistema monetario global nunca había existido antes en la historia. Nunca.
Por eso no hay precedentes de lo que puede pasar cuando esta expansión crediticia épica termine. Porque tiene que terminar, como todo en este universo.
Bonner concluye con este sombrío comentario: “Recuerda esta advertencia cuando vayas a un cajero automático y este te mire tan impávido e indiferente como un cactus del desierto”.