Este curioso dato, perfectamente documentado y calculado en gramos de plata vía schekels, lo reporta Simon Black: hace dos mil 300 años, en Babilonia, 100 libras de cebada costaban el equivalente a 5.23 dólares gringos de hoy. ¿Y cuánto cuesta hoy esa misma cantidad de cebada, al mayoreo, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos? Pues 5.25 dólares.
¿Asombroso? No tanto. Lo que esto quiere decir es que la plata (y el oro) conservan su valor a lo largo del tiempo, cosa que ningún dinero fíat es capaz de lograr ni siquiera en diez años, no digamos en dos mil 300.
Denominado en gramos de plata, el precio de la cebada es hoy prácticamente el mismo que hace 23 siglos. Si un campesino vendiera entonces un cuarto de galón de cebada, recibiría 0.171 gramos de plata. ¿Y cuánta cebada podrías comprar hoy por 0.171 gramos de plata? Exactamente el mismo cuarto de galón.
Compara con cualquier artículo de nuestro consumo cotidiano. Una Coca-Cola, por ejemplo. Hace 60 años, cuando yo entré en primaria, la botella chica costaba 35 centavos en la máquina expendedora del patio de la escuela. Hoy, en la miscelánea de la esquina, esa misma botella cuesta ocho pesos. Añade los tres ceros que Aspe le quitó al pesito en 1991 y nos da ocho mil de entonces: entre 35 centavos, igual a 22 mil 857 botellas de entonces.
Un experimento más
¿Cómo es que nos hemos sometido a esta absoluta demencia monetaria? Nuestro sistema financiero global es una completa ficción, manipulada por un puñado de burócratas que no elegimos y que están al servicio de personajes en la sombra que ni siquiera conocemos.
¿Cómo les hemos cedido el enorme poder de manejar nuestra vida económica entera, que ellos usan rutinariamente para concentrar toda la riqueza social en el escalón más alto de la pirámide, empobreciéndonos sin cesar en el proceso?
Múltiples civilizaciones han venido experimentando durante milenios con incontables variantes de este esquema monetario fíat, y todos esos experimentos han fracasado. Todos. No hay una sola excepción. Pero los keynesianos insisten en que el esquema es el correcto, solo que ha sido “mal implementado”. ¡Oh! El esquema actual es el más loco de toda la historia. Nunca antes había existido un sistema monetario puramente fíat a escala planetaria, con base en deuda. Es el triunfo total del keynesianismo: empujar el hilo para hacerlo avanzar (en vez de jalarlo, como dictan el sentido común y los economistas de la escuela austriaca). Pero todavía hay buenas almas como Paul Krugman, que afirman que la idea fíat es la perfecta y lo único que se necesita es llevarla a su límite más ilimitado (¿?).
¿El resultado? Las clases medias naufragan, los gobiernos son insolventes, lo mismo que los fondos nacionales de pensiones y los bancos tanto centrales como comerciales. ¿La única “solución” a sus problemas? Seguir endeudándose e imprimiendo “dinero”. ¿Entiendes por qué los banqueros centrales (y los economistas keynesianos) odian al oro y a la plata? Conservan su valor.