Casi todos los analistas serios (y la absoluta totalidad de nosotros, los conspiranoicos) consideramos que la situación en que se encuentra la economía mundial es de agonía terminal. La demencial emisión monetaria de QE, y su costo de cero o incluso negativo, no pueden ir ya mucho más lejos. Que la humanidad va a morir económicamente pronto es un hecho; la gran pregunta es cómo: si por inflación, por deflación o por hiperinflación.
Esta locura histórica comenzó en los primeros años ochentas. La han mantenido mucho más allá de lo que nadie pudo imaginar. Pero tristemente se acerca a su final. ¿Cómo será ese aciago acontecimiento? Nadie lo sabe de cierto, claro, pero se señalan estas tres vertientes principales, sin excluir entre ellas mezclas, concurrencias y traslapes.
Deflación
El ciclo austriaco de los negocios dicta que la impresión excesiva de dinero genera auges financieros artificiales, distorsiona la economía y es por lo tanto contraproductiva. Así, el pronóstico sería deflación y depresión: muerte por asfixia, falta de oxígeno. Y es que querer contener una ola demográfica o desendeudadora (deleveraging) es como intentar parar un tsunami con la mano. En esta vía cash is king, todos los otros activos financieros (inmuebles, metales preciosos, commodities) pasan a segunda fila y las tasas de interés se mantienen bajas por largo tiempo.
Inflación
Lo dijo Milton Friedman: “La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”. Y cómo no, si el aumento generalizado de los precios es simplemente la consecuencia de una emisión desorbitada de papel moneda. En esta pista, la muerte es por garrote vil (ese simpático método tan practicado en España hasta 1978).
Hiperinflación
La hiperinflación no es tan solo una inflación en esteroides. No, la hiperinflación es un bicho diferente que la mera inflación. Aquí mueres ahogado, por exceso de agua. Para empezar, la hiperinflación no es siquiera un fenómeno principalmente económico, sino político. El problema no es únicamente que hay demasiado dinero tras un surtido determinado de bienes y servicios, sino que la gente ha perdido la confianza en ese “dinero” y por lo tanto quiere deshacerse de él en cuanto le cae en las manos.
Hay quien dice que iremos de la deflación a la hiperinflación, sin pasar por la inflación simple: de Tokio a Buenos Aires sin escalas intermedias. De que un día haya cosas pero no suficiente dinero para comprarlas, a que el día siguiente haya esas mismas cosas pero torrentes de dinero sin valor persiguiéndolas.
La otra posibilidad no es inédita y económica, sino manida y tradicional: la salida bélica. “Cuando todo lo demás falla, te llevan a la guerra”. Aquí la muerte será por fritura nuclear.
Tú escoge, queridolector, cómo prefieres morir. Y perdona el humor negro, pero a estas alturas de la demencia global ya solo queda hacerle al mexicano y presumir de que la calaca nos pela los dientes.