El dinero y la guerra

En Bagdad se tejen los más variados brocateles y paños de oro.

Esta cita  ilustra muy bien el modo de pensar de los dirigentes guerreros
Foto:
Guillermo Fárber
Columnas
Compartir

Esta cita es del capítulo 25 del famoso libro de Marco Polo, Viajes (también conocido como El libro de las maravillas o El libro del millón), e ilustra muy bien el modo de pensar de los dirigentes guerreros contra el de los dirigentes atesoradores (ninguno de ellos civilizados; ambos salvajes, cada uno a su manera). Habla de una ciudad que hoy lleva más de diez años carcomida por guerrillas después de que George W. Bush declaró “misión cumplida” tras unos meses de bombardeo intenso e invasión masiva: “Bagdad es una gran ciudad, donde se halla el califa de todos los sarracenos del mundo, así como Roma es la cabeza de la cristiandad. En medio de la ciudad pasa un gran río, por el cual se puede ir al mar de las Indias, y mercaderes y mercancías van por él sin cesar… En Bagdad se tejen los más variados brocateles y paños de oro y seda, es decir, el nassit, nac y la púrpura, bordados de toda suerte de animales y pájaros. Es la ciudad más noble y grande de la región. El califa de Bagdad tiene un inmenso tesoro en oro, plata y piedras preciosas”.

¿Tesoros o armas?

En 1295 “de la era de Cristo, el gran señor de los tártaros, cuyo nombre era Alan, reunió un gran ejército y vino a Bagdad, la sitió y la tomó por la fuerza. Y fue un hecho muy notorio, pues en Babilonia había más de 100 mil jinetes e infantes. Y cuando hubo conquistado la ciudad encontró en el palacio del califa una torre llena de oro, plata y otros tesoros, tales, que jamás se vieron mayores reunidos en un solo lugar: Cuando esto vio, hizo traer a su presencia al califa y le dijo: ‘¿Señor, por qué reuniste tantos tesoros? ¿Qué hubieras debido hacer? ¿No sabías que yo era tu enemigo y venía con un poderoso ejército para despojarte de todo? Cuando esto supiste, ¿por qué no repartiste tus tesoros a tus caballeros y soldados para defender la ciudad y tu persona?’. El califa no supo qué contestar a esto. Entonces Alan replicó: ‘Puesto que veo que amas tanto a tus tesoros, voy a darte a comer de ellos’. Y al instante hizo prender al califa, lo hizo encerrar en la torre del tesoro y mandó que nada le dieran de comer ni de beber, y luego exclamó: ‘Califa, come de ese tesoro, puesto que tanto te gustaba, ya que nunca más comerás otra cosa en tu vida’. Dicho esto, le dejó en la torre, donde murió, después de cuatro días. Y más hubiera valido que el califa diera los tesoros a sus hombres para la defensa de sus tierras y sus gentes, en lugar de perecer con todos ellos y verse así despojado. Y éste fue el último de los califas de Bagdad”.

Saddam Hussein intentó la defensa contraria, y tampoco pudo evitar la ocupación. ¿Moraleja? Te la dejo de tarea.

×