La versión común (hay quienes la disputan) es que hasta 1543 la humanidad creía que la Tierra era el centro del Universo y el Sol giraba a su alrededor. Ese año el polaco Nicolás Copérnico publicó un libro revolucionario: De revolutionibus orbium coelestium. Esa noción, matemáticamente demostrada, causó furor generalizado. Que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al revés, era más de lo que podía aceptar la mayoría de las mentes de entonces. Pero tras muchos jaloneos ideológicos, políticos y religiosos eventualmente el modelo heliocéntrico terminó por admitirse en ese arcón de prejuicios dogmáticos llamado “ciencia oficial”.
Copérnico era matemático, astrónomo, jurista, físico, clérigo católico, gobernador, líder militar, diplomático y economista (nadie es perfecto).
Aunque trabajó en su teoría 25 años, la verdad es que la astronomía era para él poco más que un pasatiempo. Su sabiduría la demostró al ordenar que su libro solo fuera publicado póstumamente. No le faltaba razón. Sus obras fueron incluidas en el Index de libros prohibidos por la Iglesia hasta muchos años después de su muerte.
Ahora, menos de cinco siglos después, es otro europeo quien propone una idea no menos revolucionaria, más obvia y que sin duda despertará aún más furores ideológicos, políticos y económicos, que la copernicana. El actual primer ministro de Italia, Matteo Renzi (41 años), anunció que es tiempo de que su país experimente una “revolución copernicana” en su código tributario. Como decimos los físico cuánticos: ¡ah, jijo!
Heliocentrismo fiscal
¿En qué consiste esta nueva propuesta revolucionaria? En una noción tan simple y contundente (y al mismo tiempo tan provocadora) como la de Copérnico.
Así como la idea tradicional era que la Tierra era el centro y el Sol giraba a su alrededor, así la noción fiscal de los últimos siglos ha sido que el centro del Universo es el Estado y los individuos giran alrededor suyo y su existencia solo tiene sentido en función del Estado (Leviatán, Ogro Filantrópico, etcétera). En esa noción el Estado es la única fuente del crecimiento económico, el desarrollo, la soberanía y 100 mil etcéteras. Pero la triste verdad es que esta idea del Estado omnipresente, omnisciente y omnipotente (comunismos, socialismos, fascismos y otros estatismos y colectivismos) ha causado a la humanidad en los últimos siglos incontables sufrimientos y al menos mil millones de muertos, desplazados, huérfanos, damnificados…
Dentro de ese enfoque resulta perfectamente lógico que el sistema impositivo está diseñado para extraer hasta la última gota de sangre de los individuos (que importan poco) para satisfacer el apetito del Estado (que importa mucho). Lo que propone Renzi es exactamente lo contrario: que se reconozca que el centro es el individuo, no el Estado, y que este no gira alrededor de aquel sino al revés.
Es fácil pronosticar lo que sigue: quemarán a Renzi en leña verde en la plaza central de Basilea y con él a todos los que osemos compartir tan herética idea.