Hablemos de dinosaurios

El que parte y reparte, se queda siempre con la mejor parte.

¿Impuesto al servicio de los individuos o individuos al servicio de los impuestos?
Foto: Creative Commons/Andreshiro
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¿Impuesto al servicio de los individuos o individuos al servicio de los impuestos? Por supuesto que los partidarios de esta última opción, los keynesianos especialmente, jamás aceptan la realidad. Dicen (y algunos hasta lo creen) que los impuestos son el medio ideal que tiene el Estado (así, con mayúsculas religiosas) para “redistribuir la riqueza” en beneficio de las mayorías (antes decían “masas”, pero este concepto quedó fuera de moda).

Claro que esa “redistribución” la hace la nomenklatura, y ya conocemos el refrán: El que parte y reparte, se queda siempre con la mejor parte.

Lo grueso de la recaudación se queda en manos de la alta burocracia y sus prestamistas, y lo que llega a “las mayorías” en forma de servicios (médicos, educativos, urbanos, militares, policiacos, judiciales, de infraestructura) son migajas.

En fin, esa errónea concepción dicta la suerte histórica de todas las naciones, muy especialmente las grandes potencias. El antecedente clásico fue el imperio Otomano, donde los burócratas afirmaban que la sociedad existía sólo para sostenerlos y no ellos para sostener a la sociedad. Ya conocemos el destino del imperio Otomano y de todos los otros imperios que en el mundo han sido, pero los nuevos siempre tienen la ilusión de que ellos “son diferentes”.

Grilletes impositivos

Pongamos por caso a la potencia más grande de nuestra época: Estados Unidos (tal vez no es el peor ejemplo, pero sí el más representativo). Su código fiscal es endiabladamente enredado, injusto y no ha sido actualizado en 30 años. Digo enredado porque no hay en el mundo nadie (repito, nadie, ni aun los propios funcionarios del IRS, el SAT de allá) que entienda plenamente sus 73 mil 954 páginas y es prácticamente imposible de cumplir a cabalidad. Sin embargo, un contribuyente que cometa un error en sus declaraciones puede ir a la cárcel o recibir multas enormes. Y digo injusto porque es el único sistema tributario en el mundo civilizado que grava a sus ciudadanos que viven y trabajan en otro país, aunque lleven décadas afuera, sobre sus ingresos totales. Ni siquiera en China, Francia o Noruega ocurre tamaño despropósito.

La tan cacareada “reforma fiscal” mexicana no fue tal, sino una simple revolcada de la misma gata de siempre, por lo que ni caso tiene analizarla.

En el Reino Unido, por el contrario, el gobierno ha venido trabajando por décadas para reducir los impuestos corporativos a fin de atraer empresas foráneas. Con el mismo propósito, países como Estonia, Letonia y Lituania han optado por la simplicidad de los impuestos a tasa única (flat tax). Singapur y Hong Kong mantienen su atractivo con tasas bajas y buscando simplificar continuamente sus trámites impositivos. Italia, con un sistema impositivo tradicionalmente complejo, busca simplificarlo. ¡Y hasta Rwanda quiere lo mismo!

El mundo ha dado un enorme salto cuántico en estos últimos 30 años… pero muchos esquemas impositivos se quedaron anclados en esa era. Como los dinosaurios. Y ya sabemos lo que les pasó a los dinosaurios.

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