¿Hay límites al endeudamiento?

¡Pobres profesores harvardianos Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart! Hicieron un análisis estadístico de 200 años.

Gastar hasta que duela, como decía la Madre Teresa del dar
Foto: Internett
Columnas
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¡Pobres profesores harvardianos Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart! Hicieron un análisis estadístico de 200 años y llegaron a una conclusión que les causó una apoplejía severa a los keynesianos: cuando el endeudamiento de un país supera 90% del PIB, su crecimiento posterior es inviable.

Es decir, un gobierno demasiado endeudado se cancela a sí mismo toda posibilidad de desarrollo económico.

Las huestes enteras del keynesianismo enloquecieron de rabia de inmediato y se les fueron encima por atreverse a ponerle un límite al endeudamiento nacional y “justificar” así las medidas de austeridad en el gasto público, que hoy causan motines populares en medio mundo.

Y es que el recetario keynesiano no tiene otra política más que gastar, gastar y gastar, vía welfare state, militarismo o como sea; el caso es conservar el empleo (o dicho mucho más precisamente, los ingresos de la población).

Gastar hasta que duela, como decía la Madre Teresa del dar. Gastar así sea necesario endeudarse hasta las orejas (incluso mejor aún si es a crédito; así es más “heroico”). Les llaman “medidas contracíclicas”. Como decía mi abuelo: hacer lo que se debe, aunque se deba lo que se hace.

La conclusión de Rogoff y Reinhart, en tanto que le marcaba ese límite, era un torpedo en la línea de flotación de esa mentalidad deficitaria ad infinitum. El problema es que los keynesianos no ofrecen alternativa: lo único que proponen es seguir gastando; seguir y seguir hasta que algún día (o año o milenio) la economía responderá a ese “estímulo” mágico y recuperará por sí sola el crecimiento sólido. O sea, para ellos nunca hay crisis económicas reales: el problema es solamente de tiempo, y si mediante inyecciones crecientes de gasto público “contracíclico” impedimos que la economía “se muera” o al menos “languidezca”, todo se resolverá eventual y felizmente.

La rabia de los keynesianos encontró pronto un motivo de contento: el análisis de Rogoff-Reinhart tenía serias fallas metodológicas. Así que “¡Sobre la sangre!” A despellejarlos, comérselos y quemar sus huesos; a desacreditarlos hasta la extinción. Por eso su análisis es ya oficialmente “la mentira macroeconómica más grande de los últimos tiempos”.

Telón de humo

Pero no nos distraigamos con ese linchamiento. Aceptemos que el análisis Rogoff-Reinhart es un error total, una vergüenza metodológica, y tirémoslo a la basura.

Hecho; ese no es el punto importante. Lo importante es definir si hay un límite al endeudamiento nacional. ¿Rogoff-Reinhart están equivocados? Muy bien, entonces que nos lo digan los keynesianos mismos. Que ellos le pongan número. Si no 90%, ¿es 100, 200, 500%? O si encuentran que NO hay límite, que lo digan también. Seguir polemizando sobre ese estudio, es una cortina de humo. La austeridad es terrible, de acuerdo, pero entonces, ¿qué proponen ellos? ¿Seguir viviendo de prestado para siempre? ¿Profundizar el endeudamiento al infinito? Es lo más “humano”, sin duda. ¿Pero es posible?

Esperamos sus cálculos alternativos, amigos keynesianos. No se vayan por las ramas.

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