‘La gran apuesta’

‘La gran apuesta’ te cuenta lo que pasó en 2008 y lo que se está repitiendo hoy... multiplicado por diez.

La crisis económica que viene
Foto: AP
Guillermo Fárber
Columnas
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¿Ya viste la película La gran apuesta con Brad Pitt? Te la recomiendo. Está muy bien escrita, dirigida, editada, actuada. Es la adaptación del libro The Big Short, una excelente novela de Michael Lewis. Te retrata con suma claridad el entramado de perversidades políticas, truculencias financieras y debilidades humanas que dieron origen a la debacle de 2008. La imagen que le deja al espectador es que Wall Street no es el mercado racional que nos han pintado, sino simplemente un casino. Y no tan solo extravagante e implacable, sino de plano fraudulento y malicioso.

La debacle global que sigue, y que de hecho ya comenzó con desplomes en las bolsas, en el precio de los commodities y en descartes masivos de reservas en dólares, será una especie de remake de aquella crisis, solo que diez veces peor. Por una buena razón: los mecanismos inéditos que los bancos centrales detonaron para postergar el colapso (QE y ZIRP) ya se agotaron; en resumen, el casino se quedó sin fichas. Pero entiendo que nadie quedará para explicar este colapso en otra película por una buena razón: desatarán antes la III Guerra Mundial (según Dmitry Orlov: Financial collapse leads to war). Pero no divaguemos.

Aquí no intento siquiera esbozar los intríngulis técnicos de la trama. Baste decir que esta borda en esencia sobre el asombroso descubrimiento de un operador con síndrome de Asperger (una forma de autismo), del carácter básicamente de “basura” que tenían los bonos inmobiliarios vendidos en todo el mundo como papeles realmente valiosos (etiquetados como AAA por firmas calificadoras no solo ineptas sino francamente criminales). Estas basuras elegantes dieron origen a la burbuja de las hipotecas subprime, que a su vez sustituyó a la burbuja de las dot.com que reventó en 2001. El operador logra apostar contra esas vistosas basuras (antes tiene que hacer que los bancos inventen los instrumentos respectivos) y gana millones cuando esa nueva burbuja estalla.

¡Tubo, tubo, tubo!

Entre las muchas escenas ilustrativas de la película, recuerdo la de una stripper de tubo que presume de haber “invertido” en cinco casas y un condominio, todos los cuales debía prácticamente en su totalidad. Pero como rezaba el mantra mentiroso de moda (“los ladrillos nunca bajan de precio”) la oferta era sencilla: lo único necesario era llegar a tiempo, entrarle con fe al asunto, endeudarse hasta las manitas y revender después con enormes utilidades. ¿No tenías ahorros ni empleo ni ingresos ni siquiera edad? No importaba, bastaba con que respiraras para juzgarte “sujeto válido de crédito” y extenderte una hipoteca.

La manía financiera de siempre, pues: tulipanes, tierras, empresas informáticas, casas, el pretexto es lo de menos, el anzuelo es hacerse rico sin trabajar, simplemente metiendo un poco de dinero en “algo” y sentarse a esperar que solito crezca hasta convertirte mágicamente en potentado. De veras, ve a ver la película. Te cuenta lo que pasó en 2008 y lo que se está repitiendo hoy... multiplicado por diez.

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