INFLACIÓN: ¿AMENAZA O REMEDIO?

“El capitalismo de mercado no cae por sí solo en una espiral deflacionaria irreversible”

Guillermo Fárber
Columnas
Hueconomia1074.jpg

La historia anterior a 1971 demuestra sin lugar a dudas que no se necesita una tasa fija de inflación (medida como alza de precios, aunque esta alza es resultado de la expansión monetaria descontrolada; o sea, demasiado circulante persiguiendo menos artículos y servicios de consumo) para permitir el crecimiento económico, como insisten sin cesar los banqueros centrales de hoy y sus acólitos de Wall Street.

También nos recuerda que no existe una tendencia innata a que la moneda se devalúe sin descanso.

El mantra de inflación actual de 2% se construyó a partir de la investigación errónea de Milton Friedman y su discípulo, Ben Bernanke: estudiaron la Gran Depresión y concluyeron que necesitamos inflación para evitar cualquier posible periodo de deflación similar.

Pero absurdamente obviaron el periodo crucial de 15 años que precedió a la Gran Depresión.

En noviembre de 1914 la Fed abrió sus puertas para financiar la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. El efecto de esa impresión masiva de dinero fue una depreciación de 51% del poder adquisitivo del dólar.

Los gobiernos habían vendido bonos de guerra, prometiendo que serían redimidos después con la paridad de oro de antes de la guerra. Los gobiernos de entonces se tomaban sus promesas, especialmente en cuestiones de dinero, extremadamente en serio.

La Gran Depresión habría sido mucho menos dolorosa y mucho más corta si no hubiera sido por el New Deal, que puso freno al dinero sólido cuando Roosevelt devaluó el dólar en 59% a principios de 1934 y requirió que todos los tenedores de oro y certificados de oro los entregaran a cambio de bonos sin respaldo del Tesoro de Estados Unidos.

Una conclusión errónea

Para entonces la parte natural de la depresión, la purga de los excesos de la Primera Guerra Mundial y de los locos años veinte ya habían terminado.

Pero lo que hicieron los gemelos del dinero fiduciario, Friedman y Bernanke, fue culpar de la Gran Depresión a la restauración del valor del dólar en 1934. Se refirieron a esta evolución positiva con el término negativo “deflación” y sostuvieron que era el resultado de que la oferta monetaria se había contraído tras la crisis de octubre de 1929.

La llamada deflación no fue más que un intento tardío y anticuado de purgar la economía de la inflación de guerra, un proceso que el mundo en ese momento comprendía bien. El periodo 1929-1933 no probó que el capitalismo tenga algún tipo de deseo deflacionario de muerte ni que el dinero respaldado por oro provoque inherentemente la contracción económica. El capitalismo de mercado no cae por sí solo en una espiral deflacionaria irreversible.

Y ciertamente no necesitamos que se fije un aumento de 2% o más en el nivel general de precios para que la economía no corra el riesgo de caer en un “abismo” que solo existe como ficción de los banqueros centrales keynesianos. La Fed ha desatado las políticas monetarias más destructivas de nuestra historia y esto es únicamente el comienzo.