LA TRISTE VERDAD DE LA HIPERINFLACIÓN

El problema es que los gringos, por temor a una granada, prefirieron un misil

Guillermo Fárber
Columnas
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La Reserva Federal gringa (de hecho global porque controla el dólar, moneda que es todavía la de reserva mundial) le tiene miedo cerval-pavor-pánico a la deflación porque (versión oficial) su ciudadanía ya la sufrió durante la Gran Depresión de los treinta (la versión no oficial es que el sistema financiero del “dinero” fíat solo se sostiene si hay crédito infinito, o sea inflación).

De modo que ha echado a andar la maquinita de crear “currency” (que ellos llaman erróneamente “money”) y sacan de la nada cataratas de anglotrillones digitales para posponer el truene inevitable mientras “rescatan” a todo mundo y le meten dinerales-fíat al mercado bursátil para inflarlo artificialmente, al menos hasta las elecciones presidenciales del 3 de noviembre (a ver si les alcanza el vapor para los próximos 120 días de verano de fuego).

El problema es que los gringos, por temor a una granada, prefirieron un misil. Por temor a ser quemados por un cóctel molotov escogieron como alternativa recibir una bomba nuclear. Pero no hay que sorprenderse: eso es lo que prefieren siempre los políticos y los banqueros. Ya avisó Ben Bernanke en 2002 que la Fed iba a asegurarse de que la deflación nunca sucediera en EU (en un discurso que le valió el superpremio de ser nombrado el cacagrande de la Fed de 2006 a 2014).

Dicho muy crudamente: la deflación es cuando el dinero es tan escaso que no lo hay para comprar lo mínimo, y la inflación es cuando el dinero es tan excesivo que pierde todo valor y de todas maneras no sirve para adquirir nada.

Un caso paradigmático

Tomado de:

https://profesorjuliodapenalosada.blogspot.com/2012/02/la-hiperinflacion-en-alemania-1918-1923.html.

“¿Por qué hoy Alemania es totalmente alérgica a cualquier proceso de inflación dentro de la Unión Europea, aunque fuese beneficioso para la economía creando empleo y generando riqueza? Para entenderlo hay que retroceder al Tratado de Versalles de 1918, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. La derrotada Alemania se comprometió a pagar reparaciones de guerra a los aliados: unas inmensas cantidades de dinero que debía pagar como indemnización por los daños causados durante la guerra. Además debió entregar toda su flota, tanto la comercial como la Armada.

“El gobierno de la recién formada República de Weimar recurrió a imprimir más dinero para pagar sus deudas. Pero como la riqueza del país, que acababa de salir de la Gran Guerra no se correspondía con el auténtico valor de la moneda, esta empezó pronto a perder valor y se generó un proceso inflacionista en el que los precios aumentaron de manera geométrica.
“La inflación de los precios fue seguida de la inflación de los salarios, si bien estos siempre iban por detrás de los precios. El 1 de noviembre de 1923 medio kilo de pan costaba tres mil millones de marcos; medio kilo de carne, 36 mil millones; una jarra de cerveza, cuatro mil millones”.

Hacia esta explosión hiperinflacionaria (por miedo a una implosión deflacionaria) va el sistema financiero global.