Lo que los economistas actuales definen como “inflación” es el aumento sostenido de precios. Pero durante décadas la “inflación” tuvo entre los economistas (los serios de antes, no los doctorados de Harvard de hoy ni los que se enorgullecen de un premio “Nobel” que simplemente no existe) una definición distinta, mucho más correcta: el incremento en la emisión de dinero (que es la causa fundamental del aumento de precios, que a su vez podrá ser causa de otras cosas, pero que no es en sí mismo sino un efecto).
A fin de cuentas, de lo que estamos hablando cuando usamos la palabra “devaluación” o “reevaluación” es de posiciones relativas: el peso contra las cebollas, el yen contra el petróleo, el yuan contra la rupia, la libra contra el boleto del Metro, el euro contra una buena cena… el dólar contra el oro.
Entonces, la cuestión es cuál bien o servicio se considera el parámetro fundamental, la variable “absoluta”.
Antes lo eran el oro y la plata; hoy quienes manipulan el Casino Planetario (ellos le dicen “sistema financiero global”) llevan décadas de esfuerzos por concederle (en libros, universidades, medios) esa preeminencia al dinero fiat (ayer la libra esterlina, hoy el dólar, mañana algún otro).
Por eso ha sido esencial implantar la idea de que la inflación es el aumento de precios: la variable dependiente son las cosas y la variable independiente es el dinero fiat. Al revés de lo que fue siempre antes y dicta el sentido común. Curiosa distorsión macluhiana: el medio se volvió el mensaje.
¿Cuál ‘inflación’ se busca?
Resulta que, como siempre, todos los bienes son bienes, pero unos son más bienes que otros. Hoy los bienes cuyo precio los bancos centrales tratan desesperadamente de aumentar (o al menos evitar que se desplomen), no son todos sino principalmente aquéllos que ni tú ni yo (ni 99% de la población) tenemos ni aspiramos a tener. La “inflación” que febrilmente buscan (meta 2% anual, ahora resulta que su mandato de “estabilidad de precios” en realidad quiere decir “aumento de precios”: Orwell a todo lo que da) no es general, sino específica.
No es que la “inflación” general (quizás hasta la hiperinflación) no se vaya a dar, sino que no es el objetivo. El precio de las cebollas o del boleto del Metro no les importa; lo que están defendiendo con las uñas es otro precio: el de los activos financieros, esos papelitos que dicen que tienes tal o cual “propiedad”: acciones, bonos, certificados, etcétera. Esos papelitos que son el grueso del capital de 1%. Esos papelitos denominados en, ¿qué crees?, dinero fiat.
En ese propósito, el enemigo mayor es el oro. Por eso lo están atacando con todo para evitar que vuelva a ser el parámetro ante el cual se devalúe el dinero fiat. Y seguramente le ganarán muchas batallas, pero la guerra acabará ganándola. Como siempre. Milenios de historia lo testimonian invicto. Hoy será igual. Como siempre