Hay maderas que nomás no agarran el barniz. La nota es del Dailycurrent (en broma, pues), pero ilustra a la perfección los resultados a que lleva necesariamente la ilusión de querer vivir a perpetuidad por encima de los propios medios.
El célebre economista y columnista Paul Krugman, fervoroso apóstol del keynesianismo, se declaró en quiebra luego de seguir obedientemente la receta de buscar la salida del endeudamiento a punta de endeudarse aún más (lo que hacen hoy todos los países, no solo Grecia). La receta ordena “estimular” la economía vía gasto deficitario a fin de aumentar la demanda agregada, lo que detona un círculo virtuoso expansivo. Una estupidez, claro, como los hechos lo confirman una y otra y otra vez, pero los economistas la siguen recetando y los políticos les aplauden porque les da la justificación para endeudarse sin límite y gastar en exceso.
El genio Krugman listó deudas por siete millones 346 mil dólares, contra patéticos 33 mil en activos. Entre esas deudas tenía 621 mil 537 dólares en tarjeta de crédito y 33 mil 642 en la carísima joyería Tiffany’s. No es la primera vez que Krugman se ve en apuros crediticios: ya en 2004 saturó su tarjeta American Express al meterle 84 mil dólares en un solo mes a fin de comprar vinos portugueses raros y ropa inglesa del siglo XIX.
Lo que acabó de hundirlo ahora fue su compra hipotecada, en plena burbuja inmobiliaria, de un lujoso apartamento en Manhattan por ocho millones 700 mil dólares. De inmediato se desplomó 40% el precio y el pobre apóstol se hundió “bajo el agua” (su apartamento valía menos que la hipoteca).
Vivir como se debe, aunque se deba lo que se vive
En vez de apretarse el cinturón, Krugman decidió “estimular” su propia economía y gastar como descosido en verse como potentado para su “recuperación” vía incremento de sus ingresos: trajes de 70 mil dólares, autos de lujo, viajes de primera. Su idea era que ese gasto deficitario (del modo milagroso que pregonan los keynesianos) promovería la “recuperación” de su economía personal. El que compró el apartamento, a mitad del precio que pagó Krugman, dijo irónico: “Uno pensaría que un Premio Nobel en Economía sabría reconocer una burbuja financiera, ¿no?”
Pero hay maderas que no agarran el barniz. Ahora Krugman dice que su receta de gasto deficitario, si bien conduce al desastre a nivel micro, sigue siendo eficaz a nivel macro. Yeah, right. Ya lo estamos viendo en los casos de Grecia, Puerto Rico, Irlanda, España, Portugal, España, Italia y pronto Francia, Japón, Inglaterra, Estados Unidos y 20 países sumergentes más (además de cientos de ciudades, estados y counties).
Comentario al margen: Keynes no recomendó aplicar siempre el gasto deficitario. Lo que dijo es que los gobiernos deben gastar de menos en los años buenos y erogar esos recursos excedentes en los años malos. Pero a los políticos y a sus economistas, por alguna extraña razón, se les olvida siempre la primera parte de la receta.