DETECTAN ESTRÉS EN MANTAS GIGANTES POR BUCEO TURÍSTICO

“Se estima que pueden vivir unos 50 años o más”.

J. Alberto Castro
Columnas
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Las colosales mantas gigantes, conocidas por los pescadores como “diamante negro” por su forma y color, atraen la mirada humana por su nado espectacular, elegante y grácil. En México podemos conocerlas en el Archipiélago de Revillagigedo y en las costas de Nayarit y Jalisco. Estas criaturas, también llamadas mantarrayas (Mobula birostris), pertenecen al grupo de las rayas y pueden medir entre cinco y nueve metros de longitud (de aleta a aleta) y superar la tonelada y media de peso.

Esta misteriosa especie marina hace suyos los mares tropicales y templados de todo el mundo. La mayor parte de su vida está lejos de tierra, mar adentro en aguas profundas y zonas pelágicas. Se desplaza majestuosa con las corrientes y migra a regiones con abundancia de zooplancton.

Con su cuerpo alado y silueta similar a un diamante se mueven de forma silenciosa flotando sutilmente a través del océano y al avanzar filtran el agua con ayuda de los dos grandes apéndices que tienen en ambos lados de la cabeza. Una vez desplegadas, las aletas cefálicas se arquean por debajo de la boca (con 130 dientes montados en peine) formando una cuchara que les permite alimentarse y maniobrar.

Observar a este animal emparentado con los tiburones y rayas es todo un espectáculo. Por eso miles de turistas no escatiman el viaje al archipiélago de Revillagigedo (hoy Parque Nacional) formado por cuatro islas localizadas a 400 kilómetros de Cabo San Lucas, Baja California Sur, sin duda las más remotas del territorio mexicano, pero donde se pueden avistar estos ejemplares casi todo el año (salvo la temporada de huracanes).

Desafortunadamente esta gigante de alas negras no está exenta de amenazas: “La pesca excesiva ejerce una fortísima presión sobre las poblaciones de mantas, sobre todo porque su ritmo de reproducción es extremadamente lento: las hembras tienen una sola cría cada dos o incluso cada siete años. Por todo ello se estima que la especie, admirada por visitantes y ambientalistas de todo el mundo, ha sufrido un descenso poblacional de 30 e incluso 80 % en algunas zonas”.

En franjas como las costas de Filipinas, California y el Golfo de México su población se vio diezmada en los noventa por el descontrol en la caza con arpón.

También las mantas gigantes son especialmente codiciadas en el mercado asiático por sus branquias, a las que se atribuyen supuestos poderes medicinales, y se les clasifica como especie con un elevado riesgo de extinción en la lista de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Aunado a lo anterior Carolina Hernández Navarro, maestra en Ciencias Marinas, busca desde hace dos años determinar los niveles de estrés que las actividades de buceo turístico provocan en las mantas gigantes del Parque Nacional de Revillagigedo y así contribuir no solo a su conservación sino a evitar alteraciones negativas de su funcionamiento biológico.

La estudiante de posgrado del Instituto Politécnico Nacional (IPN) desarrolló una innovadora técnica de toma de muestras musculares para analizar los metabolitos segregados que responden a agentes estresantes que pudieran provocarles estrés y trastornar de forma negativa su organismo.

Contactada por Vértigo la investigadora del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (Cicimar) señala que las mantas gigantes que viven en este parque nacional están protegidas por la Norma Oficial Mexicana NOM-029-PESC-2006, que se refiere a la pesca responsable de tiburones y rayas, por lo que no se les puede capturar ni extraer del agua para tomar muestras de sangre.

“Pero sí nos permiten tomar biopsias musculares, para lo cual tuvimos que desarrollar una técnica especial mediante una complicada logística que consiste en identificarlas, tomarles foto, medirlas con un láser y, posteriormente, utilizar una vara hawaiana con una punta modificada para obtener la muestra muscular, la cual se almacena de inmediato en nitrógeno líquido para conservar los niveles de estrés oxidativo que se puede perder en cuestión de minutos,” señala.

Médica veterinaria zootecnista por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante tres meses obtuvo 21 muestras recolectadas en las islas de Revillagigedo suficientes para establecer que las mantas de este conglomerado de islas “sufren un aumento de estrés oxidativo muscular súbito cuando inicia el turismo”.

Especie amenazada

“Descubrimos que los machos se estresan más que las hembras y las mantas grises se estresan más que las negras. Aún no sabemos las causas y las razones, debemos investigarlo. El estrés que detectamos es significativo. Por ello se debe dar seguimiento a esta conducta con estos o más metabolitos para evitar alteraciones a su estado de salud en virtud de que cada vez aumenta el número de turistas. Tan solo en 2016 se registraron alrededor de mil 500 buzos y para 2019 fueron más de cuatro mil 500. Además, se debe tomar en cuenta que estos animales, tan pesados y de tamaño más o menos igual al del hipopótamo, son vulnerables por su reproducción lenta y tardía”, comparte la estudiosa politécnica.

Autora de una tesis de maestría que analiza el estrés en las mantas, explica: “Aunque suele ser una especie muy sociable y adaptarse con mayor facilidad a la presencia de los buzos, lo cierto y previsible es que hay un límite. Si se sigue sometiendo a las mantas a la convivencia masiva de miles de turistas sin duda aumentará su estrés y se verá comprometido su comportamiento empático, ciclo reproductivo y alimentación”.

También menciona que el estrés que afecta a las mantas es multifactorial: “No solo por el turismo de alto impacto y descontrolado, la mantarraya gigante está amenazada por el desconocimiento: alguna gente cree que tienen aguijón venenoso en la cola y esto es totalmente falso: son criaturas del mar inofensivas. Muchas mantas quedan atrapadas mortalmente en las redes de arrastre de los barcos sin que a nadie le importe”.

Estos animales marinos son muy longevos y pueden vivir hasta 50 años. Sin embargo, el estrés puede afectar su calidad y expectativa de vida porque hay muchos cambios metabólicos que las hacen vulnerables a otros agentes estresantes, como la depredación por parte de tiburones y en algunos casos orcas, la ingestión de microplásticos, contaminación marina, su pesca para consumo, los cambios climáticos y el desorden alimenticio.

Hernández considera que las actividades turísticas, y en particular el nado y buceo con mantas en el Archipiélago de Revillagigedo (Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO), deben continuar siempre y cuando haya planes de manejo adecuado y un turismo controlado. Ella propone a los biólogos encargados de la conservación del archipiélago ampliar un mes más el periodo en que no es posible visitar el parque, que ahora abarca los meses de julio, agosto y septiembre.

Fascinada por las mantas gigantes, tan colosales y vulnerables a la vez, manifiesta que aún queda mucho por descubrir e investigar sobre el impacto de la interacción entre los humanos y estos ejemplares únicos de la naturaleza. “Todos los esfuerzos en favor de su conservación son valiosos, ya que las mantas son una especie inteligente con una innegable importancia ecológica y una gran atracción turística”.

RECUADRO

Mantas gigantes y números

El proceso de cortejo inicia con varios machos, uno detrás de otro, que nadan detrás de la hembra durante unos 30 minutos. Entonces la hembra disminuye su velocidad y uno de los machos le muerde una aleta pectoral. Posteriormente introduce su esperma en la cloaca de la hembra y se retira. Esto es repetido por los demás machos que nadaban detrás.

La manta gigante es una especie ovovivípara: los huevos fertilizados se desarrollan dentro del oviducto de la hembra. La gestación dura doce meses y regularmente nacen cerca de la costa una o dos crías vivas envueltas en sus aletas pectorales.

Se desconoce cuándo y dónde las paren, aunque los pocos registros que existen al respecto indican que lo hacen en aguas poco profundas y que las crías miden entre 1.2 y 1.5 metros al nacer.

Se estima que pueden vivir unos 50 años o más.

En el parque Nacional de Machililla y la isla de la Plata, Ecuador, se registró en 2018 la población de mantas gigantes más grande del mundo (dos mil 900 individuos).

Se considera una especie vulnerable en las costas de Filipinas, California y el Golfo de México.