Boston

Aún pesa sobre ellos la calificación de sospechosos, pues no concluyen todavía las investigaciones para señalar formalmente a los hermanos Tamerlan y Dzhokhar Tsamaev.

La creciente polarización entre demócratas y republicanos, que ha llegado a afectar negativamente el presupuesto del Departamento de Defensa
Foto: Inernet
Javier Oliva Posada
Columnas
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Aún pesa sobre ellos la calificación de sospechosos, pues no concluyen todavía las investigaciones para señalar formalmente a los hermanos Tamerlan y Dzhokhar Tsamaev como culpables del deplorable atentado en la ciudad de Boston.

Dada su calidad de inmigrantes, desde su llegada hace casi doce años a Massachusetts ambos hermanos comenzaron un gradual proceso de integración a su nuevo país, hasta que contaron con la nacionalidad estadunidense.

Sin dejar de lado sus tradiciones religiosas islámicas, la familia Tsamaev también reproducía la mayor parte de las patologías que en buena parte fomentan la violencia callejera, las cuales lo mismo se ven en la Ciudad de México que en Buenos Aires o en Washington. Aunado a lo anterior, y como resultado de su proceso de adaptación a una sociedad liberal y abierta como es la de Boston, desarrollaron una cotidianidad en donde los estudios, el deporte y algún trabajo marcan el inicio de una prometedora vida como adulto para millones de estadunidenses.

Expertos

Los especialistas en terrorismo y contraterrorismo de la comunidad de inteligencia y del ámbito académico en Estados Unidos han observado —en una profusa cantidad de análisis y entrevistas sobre la tragedia ocurrida al finalizar la carrera del maratón— que nos encontramos ante una de las expresiones que más preocupan a las autoridades y a la sociedad en general: el terrorismo doméstico.

Las razones de dicha preocupación tienen tres bases: primera, que al no haber relaciones o conexiones directas entre las organizaciones terroristas internacionales y los ejecutores de planes asesinos al interior de ese país, la posibilidad de que existan miles de estos ciudadanos insatisfechos y resentidos por las más diversas explicaciones, puede dar paso a un verdadero estado de sicosis; segunda, que las redes digitales se convierten en una fuente permanente de información que permite la comisión de actos terroristas con artefactos, armas y sustancias químicas que cualquiera puede fabricar en su casa o adquirir en la siguiente feria de venta de armas; y tercera, no menos importante, que la presencia histórica de organizaciones racistas radicales y supremacistas ya ha dado cuenta de su capacidad destructiva —como en el atentado de Oklahoma en 1991—, contando para ello con el adiestramiento militar recibido mientras estuvieron como soldados en activo.

Sin embargo, para complementar los estudios y análisis respecto de los atentados terroristas domésticos se deben considerar los factores que inciden en el clima social de Estados Unidos.

Así, el terrorismo doméstico, por ser cometido por ciudadanos comunes, puede llegar a tener menos controles y, en cambio, sí muchas razones para expresar algún rechazo a determinadas medidas del gobierno o enfrente el funcionamiento de la sociedad en general.

El miedo, al menos en Boston y en el maratón de Londres corrido una semana después, no ha afectado el sentido de libertad y diversidad que dan las convivencias multitudinarias. Dentro de la tragedia, es una buena noticia.

Sin embargo, la creciente polarización entre demócratas y republicanos, que ha llegado a afectar negativamente el presupuesto del Departamento de Defensa (algo no visto en la historia reciente) debido al fuerte recorte impuesto por el radicalismo conservador del Partido Republicano, no es una variable que coadyuve a la convivencia o tolerancia cotidiana entre los ciudadanos. Sin olvidar, tampoco, el frustrado intento por regular el mercado legal de armas.

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