La insólita situación que comenzaron a vivir gobierno y sociedad estadunidenses pone en evidencia que tanto la política como la economía no pueden ni deben ser tratadas por separado, ni menos aún suponer que una prevalece sobre la otra.
La postura más extendida, pero a la vez menos consistente, se refiere a que desde la economía y la marcha del mercado puede articularse una determinada forma de administración de los asuntos públicos. Es decir, la economía como eje principal para el desarrollo de un país.
Dicha postura e ideología, considerando los resultados en Estados Unidos y otros casos, ha propiciado una contracción en las responsabilidades sociales del Estado.
Así, justo el programa de asistencia médica medicare u Obamacare es el argumento central para que la parte más conservadora y autoritaria del Partido Republicano, mejor conocida como Tea Party, haya logrado paralizar desde las primeras horas del 1 de octubre la mayor parte de las áreas de la administración pública federal, al negarse a ampliar el plazo o firmar los acuerdos que permitan la disposición de recursos económicos para el cumplimiento de los programas y actividades cotidianas de la propia administración.
En la peor versión del inmediatismo y la visión electoral, una minoría parlamentaria ha logrado lo que ninguna crisis económica: paralizar la productividad, generar desconfianza y limitar el gasto social de la principal potencia económica mundial.
Ruta
Como si se tratara de una democracia frágil y plagada de políticos preocupados solo por la siguiente cita en las urnas y a partir de la continuidad de sus insignificantes carreras ante la magnitud del daño causado, hoy una completa minoría en Estados Unidos demuestra de lo que es capaz la política atada a los prejuicios, incluso racistas.
Es la primera vez en 17 años que sucede una cosa semejante. La ocasión anterior fue también a un presidente demócrata, William Clinton, a quien otra facción del Partido Republicano condujo a la parálisis económica y administrativa.
A partir del pasado 1 de octubre, miles y miles de burócratas dejarán de asistir a sus labores de manera regular, para ser alternados y evitar despidos masivos producto de una ficticia crisis económica.
La obstinación de esa pequeña tiranía ultraconservadora ha llevado a que el enorme esfuerzo de la reforma migratoria haya quedado frenado (quizá por muchos años más), aunque parecía ser la decisión más importante en la historia reciente en esa materia para regularizar a casi doce millones de personas cuya permanencia en Estados Unidos es ilegal.
Teniendo de fondo también un muy importante programa social, el servicio médico al alcance de una gran mayoría de la ciudadanía, a los republicanos radicales les preocupan las elecciones presidenciales de 2016 y las intermedias de 2014. Pero desde ahora puede anunciarse una catástrofe en ambos resultados para su causa, de no darse justo una variación de fondo en sus posturas.
Persistentes en su ruta al fracaso, los ultraconservadores han bloqueado incluso los presupuestos para defensa y seguridad, que ya ha afectado programas para el desarrollo de tecnología, así como de otros renglones fundamentales como es el retiro de las tropas estadunidenses de Afganistán. En medio de semejante situación política la decisión de la Cámara de Representantes fue la de solo mantener a los militares en el activo, retirados y contratistas en la recepción regular de sus salarios y pensiones.
Al momento de escribir esta colaboración no había elementos como para suponer una reanudación de las negociaciones, por lo que los efectos negativos sobre la economía mundial no tardarán más de una semana en sentirse.