HEMOS ENTRADO A LA VERDADERA PANDEMIA

De no plantearse una estrategia viable la crisis económica puede generar efectos sociales indeseados.

Javier Oliva Posada
Columnas
Foto: Especial
Notimex

Conforme a los estudios y proyecciones de la Organización Mundial de la Salud, así como de centros de estudios y universidades de varias partes del mundo, incluyendo a la Universidad Nacional Autónoma de México, las siguientes dos semanas serán las así consideradas críticas, tanto por el número de contagios y de fallecimientos, como por las capacidades sanitarias y hospitalarias instaladas; y, desde luego, por las enormes afectaciones a las sociedades, sin dejar de lado ni mucho menos la muy profunda crisis económica mundial.

Todos los gobiernos deberán demostrar sus capacidades de gestión para que la epidemia no se convierta en una asunto de estabilidad política.

Las expresiones de inconformidad por la reclusión obligatoria, las restricciones a la libertad de tránsito e incluso la imposición de límites a la libertad de expresión van sumando tensiones a la de por sí complicada y dramática situación que viven millones de personas, sobre todo en amplias zonas urbanas.

Sea en Europa, Estados Unidos, Asia, Latinoamérica o África, en suma en todo el mundo, las manifestaciones de hartazgo son cada vez más frecuentes y estridentes.

En este sentido las crisis políticas solo se dan una sola vez para dar paso a sustanciales transformaciones. Son de carácter estructural, definitorias y en la gran mayoría de los casos violentas. Pueden darse situaciones críticas en la economía (como la actual, o la de 2007-2008, o el “error de diciembre” o…), en seguridad pública e incluso en salud, como la que padecemos.

Michel Dobry, en su clásica obra Sociología de las crisis políticas (Siglo XXI-Centro de Investigaciones Sociológicas, 1988), señala en el capítulo ocho que las decisiones a destiempo, erráticas o sin un serio proceso de instrumentación propician la deslegitimación del sistema y estructuras de gobierno, dando paso a fricciones, primero dentro del sistema político para expandirse luego al sistema social. El resultado es la pérdida de confianza en la conducción de los asuntos públicos.

Capacidades

Por eso es muy importante que en el caso de nuestro país la forma en que se procesen los efectos de la proliferación de los casos de personas afectados por la epidemia sea lo más apegada a los protocolos de calidad y oportunidad sanitaria, por un lado; y, por otro, que la información que den a conocer las autoridades sea veraz, creíble y sobre todo documentada. Esto último es la piedra de toque de la confianza ciudadana y por lo tanto la base de legitimidad del gobierno en su conjunto.

La participación social en las tareas de prevención es tan importante como la claridad de la difusión de la información por parte de las autoridades sanitarias. Estas dos variables permiten de manera razonable avizorar una superación de las crisis generadas por la epidemia, para prepararnos desde hoy para afrontar la otra crisis, la económica, cuyos efectos serán más duraderos y que de no plantearse una estrategia viable también puede generar efectos sociales indeseados.

No hay duda de que la prueba de 2020 para el gobierno de la República y para la sociedad ya forma parte de la historia de México. Pero tenemos todas las condiciones y recursos para demostrarnos que existen las capacidades cívicas y de conducción de los asuntos públicos para recuperar el ritmo previo a la pandemia.

En eso radica evitar una seria crisis política y que tanto la crisis sanitaria y luego la económica puedan ser gestionadas con programas, políticas y medidas apropiadas e inclusivas para todos los sectores sociales y productivos.